
"La fe no puede vivirse de espaldas al que sufre"
Escucha el monólogo de Irene Pozo en 'La Linterna de la Iglesia'
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Qué tal, muy buenas noches. Se acerca la Jornada Mundial de los Pobres, que vamos a celebrar el próximo domingo. Siempre he dicho que esta jornada fue un verdadero regalo del Papa Francisco. Y que supuso mucho más que una fecha en el calendario, porque nos ofreció una oportunidad para despertar, para que toda la Iglesia pusiera en el centro a los más necesitados y tomara conciencia real de sus heridas, sus silencios y sus esperanzas. Fue una manera de recordarnos que el Evangelio se reconoce en el rostro del pobre y que, sin ellos, nuestra mirada sobre el mundo y sobre Dios queda incompleta.
Hoy me pregunto... ¿qué significa ser pobre en el siglo XXI? A veces pensamos en pobreza solo como la falta de recursos económicos, pero las pobrezas de hoy son muchas y tienen rostros distintos. Están los que no tienen techo, los que no tienen trabajo, los que no tienen esperanza, pero también quienes viven una pobreza de afecto, de sentido, de fe; quienes se sienten solos, quienes caminan heridos por la indiferencia o por un futuro que no logran imaginar.
Ser pobre es también cargar con heridas invisibles: la vulnerabilidad emocional, la fragilidad espiritual, la falta de oportunidades o ese vacío que deja no sentirse mirado por nadie. Y, al mismo tiempo, es reconocer nuestra propia pobreza: porque todos somos necesitados de algo, todos dependemos de la misericordia, todos buscamos ser sostenidos. Y ese reconocimiento, lejos de debilitarnos, nos une.
El legado del Papa Francisco resuena fuerte en esta jornada: la fe no puede vivirse de espaldas al que sufre. Jesús no pasó de largo, Jesús acompañó cada herida, cada pobreza, cada historia. Y esa es la invitación: no quedarnos en discursos, sino dejarnos tocar por las realidades que a veces preferimos no ver. Acompañar es ponerse al lado, es detenerse, es mirar a los ojos, es tender una mano o reconfortar con un abrazo. Es llenar, en la medida de lo posible, la soledad que produce cada una de las pobrezas.
Hoy, la Jornada Mundial de los Pobres es un recordatorio de que el Evangelio se abre camino cuando dejamos espacio para el otro. Necesitamos ser capaces de reconocer todas esas pobrezas -las materiales y las silenciosas- y poder responder con ternura, con compromiso y con presencia. Porque, al final, la verdadera riqueza del mundo no está en lo que acumulamos, sino en lo que compartimos, y en la certeza de que, cuando nos acompañamos y nos sostenemos, la esperanza siempre tiene dónde apoyarse.



