La misión, siempre antigua y siempre nueva
Para concluir este año 2025 he pensado compartir hoy una historia de misión

Escucha la firma de Restán del 31 de diciembre de 2025, en Mediodía COPE
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Un amigo mío, sacerdote de la Fraternidad de San Carlos Borromeo, ha llegado recientemente a Chile para trabajar en una inmensa parroquia de la periferia de Santiago, y desde allí ha mandado una carta con sus primeras experiencias. Habla de lo que supone para él un nuevo comienzo: cambiar de continente, de horarios, de compañeros, de modos de hacer… es una aventura que se resume en la pregunta de Nicodemo a Jesús: “¿podrá un hombre volver a nacer siendo viejo?”. La carta deja ver que, con ayuda de la gracia de Dios, sí es posible. Habla sin agobio de las dimensiones impactantes de su parroquia: ocho sacerdotes para ciento quince mil habitantes distribuidos en siete capillas. En 2025 contabilizaron quinientos bautizos, entre niños, jóvenes y adultos, pero la sensación sigue siendo la de que es una gota en el mar.
A los dos días de su llegada, le pidieron acudir a casa de una anciana que llevaba años sin recibir los sacramentos. Le dijo que había venido para rezar con ella y que, si lo deseaba, podía confesarse y recibir la unción de los enfermos. La anciana le dijo que sí, y tras recibirla con paz y alegría, le susurró: “padre, sabe, aquí en Chile yo le estaba esperando”. No me extraña que a mi amigo le diese un vuelco el corazón.
Otro episodio tuvo lugar en una capilla. Durante la adoración descubrió a dos chavales que entraron y se quedaron mirando. Le dijeron que no estaban bautizados y no sabían qué era aquel lugar, pero les parecía “un sitio muy lindo, que da paz”. No sabían nada del cristianismo. Mi amigo escribe que, en un arrebato de locura, les invito a arrodillarse con él delante del Santísimo. Ellos aceptaron rápidamente, con la mirada fija en la forma consagrada. Después les dijo que los católicos creemos que en ese trozo de pan está Dios, es decir, la felicidad de la vida de cada uno de nosotros. Ellos le respondieron con los ojos como platos: “entonces tenemos que conocerle”. Desde entonces vienen a menudo a la misa de la tarde, después se van.
Termina la carta diciendo que lleva consigo la memoria de los amigos que ha dejado aquí, con la gratitud por todo lo que ha recibido… y que ahora le toca compartir allá, casi en el fin del mundo. Feliz año nuevo.



