"La fe, el cariño y la esperanza han sido más fuertes que el miedo"
Álvaro Sáez reflexiona en 'La Linterna de la Iglesia' sobre el testimonio de Ignacio, el niño ingresado en el hospital 'Bambino Gesù', al que fue a visitar el Papa León XIV después del Jubileo de los Jóvenes
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Ignacio tiene 15 años. Viajó desde Murcia hasta Roma, con su comunidad del Camino Neocatecumenal para vivir el Jubileo de los Jóvenes en Roma. El plan era sencillo: rezar, cantar, estar con otros jóvenes de todo el mundo… y, como mucho, ver al Papa pasar en el 'papamóvil'.
Pero de pronto, todo cambió: un dolor en el pecho, un colapso y, de repente, Ignacio estaba entrando de urgencia en el Hospital 'Bambino Gesù'. En casa solo tenía una tos leve. Nada que te hiciera pensar en algo grave.
Los médicos fueron claros: si hubiera llegado unas horas más tarde, ya no estaría aquí Ahora está sedado, en la UCI, con un linfoma que afecta a las vías respiratorias. Y ahí, a su lado, están sus padres, Pedro Pablo y Carmen Gloria, y sus hermanos, Adela y Pedro Pablo Jr.
Todo este tiempo lo han pasado rezando, pidiéndole a Dios un milagro y agarrándose entre ellos para no venirse abajo. Y en medio de todo eso, pasó algo que nadie esperaba. Se abrió la puerta. Y entró una persona de blanco. No entró un médico. Entró el Papa. Sí, el Papa León XIV. Sin avisar, sin cámaras, sin discursos.
Un sacerdote que estaba con ellos les dio un pequeño codazo para que levantaran la cabeza: “Es el Papa”. Se sentó con la familia, rezaron juntos un 'Avemaría' y un 'Padrenuestro'. Les dio su bendición y un consuelo en cinco palabras: "Estamos hechos para el cielo". Carmen Gloria cuenta que fue como si Jesús mismo le dijera: “No estás sola”.
El hospital sigue siendo el mismo. Ignacio sigue luchando. Pero algo cambió: ya no se sienten solos. Les están llegando mensajes y oraciones de todas partes, de jóvenes que no le conocen pero que están rezando por él. Quizá el milagro aún no ha llegado como ellos lo imaginan pero, en medio del Jubileo, la celebración más grande no ha sido en una plaza llena, sino en una habitación de hospital, donde la fe, el cariño y la esperanza han sido más fuertes que el miedo. Y eso, eso ya es un regalo del Cielo.



