A principio de esta década, un investigador alemán trató de averiguar por qué muchas personas tosen más en un teatro, por ejemplo asistiendo a un concierto de música clásica o una función, que en su vida cotidiana. Descubrió dos cosas: que hay gente que no soporta el silencio y por eso lo interrumpen, y que siempre se produce el efecto ola. Esto es, que la persona que tengamos al lado tosa por imitación.

En tiempos de coronavirus, esto ha cambiado. Muchas veces evitamos toser por miedo a que nos miren mal, puesto que muchas veces lo asociamos como un síntoma de coronavirus, sobre todo al principio de la pandemia. El doctor Luis Seijo, codirector de Neumología de la Clínica Universidad de Navarra asegura que “al principio entendíamos la tos como un elemento clave”, una percepción que tiene mucho que ver con el diagnóstico de la enfermedad. Antes relacionábamos el virus “con los casos más graves”, por lo que veíamos la tos como un síntoma claro.

Lo cierto, sostiene el doctor, es que la tos puede estar ligada a muchos factores como “el asma, el reflujo o la alergia”. Hay infinidad de tipos de tos, como la tos crónica cuando dura más de dos meses, la tos seca, la productiva, o la asociada a patologías del oído, entre otras. Por eso, “muchas veces hay que hacer pruebas para averiguar cuál es la causa” de ese síntoma.

“A diferencia de otros síntomas, la tos tiene estigma social porque siempre la asociamos a una infección respiratoria, mientras que el carraspeo se asocia a alergias”, afirma el especialista. Esto es un error porque muchas veces “las causas más frecuentes de tos crónica no son infecciosas”. En cambio, la carraspera es muy frecuente en las personas que padecen “goteo retronasal o alergia”, que produce una mucosidad que irrita las cuerdas vocales.