Alfredo Merino echó a andar por la sierra de Guadarrama a la edad de dos años. Lo de perderse en las montañas era vocacional. No es raro por tanto que ese camino le haya llevado a ser guía de montaña, naturalista, divulgador y fotoperiodista. Así, algunos podemos disfrutar de vistas que jamás hubiéramos alcanzado, porque una cosa es pasear por la Sierra de Guadarrama y otra subir el Karakórum.

Si usted no tiene pensado aventurarse o no se anima a llevar a cabo sus vacaciones de montaña, al menos les quedará el “Atlas de las montañas legendarias” por las que podemos conocer las cordilleras de los lugares más remotos. “Lo primero que sientes es el cansancio lógico y luefo una satisfacción”. Y el tiempo que uno pasa en esa cima depende, porque todas las montañas son territorios hostiles “y siempre estamos de paso”.

Es un territorio donde el ser humano siempre ha colocado la casa de los Dioses, ha tenido miedo, y respeto. “Durante mucho tiempo ha sido un territorio de miedo, pero con el avance de la ciencia, se ha empezado a mirar con curiosidad”.

La bajada es tan importante como la subida. “Es peor bajar que subir, porque a cierta edad ya pesan las rodillas”. El Ararat es una de sus montañas preferidas, “donde existen mitos de todas las religiones, y está en un sitio super conflictivo porque perteneció a Armenia y ahora es de Turquía”. El monte Fuji es la montaña más fotografiada de la historia “porque cuando te deja la contaminación, se fotografía desde Tokio”. En California está El Capitán, una pared de 1000 metros, asegura que es un lugar único, “porque la naturaleza allí es muy variada”. Un proyecto en el Kilimanjaro quiere llevar un teleférico para reactivar el turismo “pero los dioses Masais no lo quieran”.

Si Merino no va a la montaña, la montaña seguro que va a Merino, porque un apasionado de los caminos, los puertos y la naturaleza, lo normal es que se fusione con ella.