María visita a una amiga en Logroño y descubre que hay dos policías siguiéndola por la ciudad por su aspecto: "Si iba a algún sitio, iban ellos luego"

Alberto Herrera escucha el testimonio de una oyente que asegura que vivió un episodio surrealista con su amiga mientras pasaba un fin de semana en un pueblo del norte

Imagen de archivo de un agente de la Policía Nacional
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Escucha 'la hora de los Fósforos' del jueves 25 de septiembre

Paco Delgado

Madrid - Publicado el - Actualizado

6 min lectura

La vida está llena de casualidades y doppelgängers inesperados. Un parecido físico con un famoso, con un vecino o, incluso, con un completo desconocido puede desencadenar situaciones que oscilan entre lo cómico y lo surrealista. Pero ¿qué ocurre cuando ese parecido te sitúa en el punto de mira de las fuerzas del orden? La oyente María llamó este jueves a la secciónLa hora de los fósforos’, dentro del programa Herrera en COPE que presenta Alberto Herrera, para relatar una vivencia que lleva grabada a fuego en su memoria desde hace un cuarto de siglo. Una historia que trasciende la anécdota curiosa y se adentra en el terreno de la vigilancia, el miedo y la perplejidad. 

Hace 25 años, María decidió pasar cinco días en un pequeño pueblo de los alrededores de Logroño, invitada por una amiga. “A mí me gustaba mucho ir a pasear porque ya trabajaba, salía por el pueblo, iba por la montaña”, explicó con tranquilidad al inicio de su testimonio. Sin embargo, esa placidez inicial pronto se vería empañada por una inquietante sensación de que algo no iba bien, aunque ella no fuera plenamente consciente en un primer momento. La cotidianidad de sus paseos por la capital riojana estaba siendo minuciosamente observada.

“Y resulta que me seguían unos policías continuamente. Yo no me enteraba”, confesó María al micrófono. El mecanismo de vigilancia era metódico y discreto. Tan discreto que la propia interesada era ajena a él. La verdad le fue revelada a través de su amiga: los agentes se habían personado ante ella para preguntar por la identidad de su invitada. El seguimiento era tan exhaustivo que María detalló con precisión el modus operandi de sus perseguidores: “Iba yo a desayunar, iban ellos luego. Iba a comer a algún bar, algún sitio, iban luego”. Un rastro silencioso y constante que transformó su estancia en una experiencia opresiva.

Calle Portales en el centro de Logroño

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Calle Portales en el centro de Logroño

El desenlace de esta peculiar situación llegó cuando los propios policías decidieron abordarla directamente. “Al final me pararon dos o tres policías, no me acuerdo, fíjate, hace 25 años”, relató. Fue en ese momento cuando se desveló el motivo de tanta atención. La explicación, lejos de calmarla, la dejó estupefacta: “Y se ve que yo me parecía a una terrorista que andaba por…”. La voz de María se quebró ligeramente al pronunciar la palabra, consciente del enorme peso que conllevaba. Alberto Herrera y su equipo en el estudio completaron la frase, confirmando el contexto tácito de aquella época. La sombra de la actividad terrorista en España durante aquellos años convertía cualquier sospecha, por infundada que fuera, en un asunto de máxima seriedad para las autoridades. María, por el simple hecho de encajar en un determinado perfil físico, se había convertido en el blanco involuntario de una investigación policial.

Su caso, si bien extremo por sus implicaciones, no fue el único en ilustrar cómo un parecido puede alterar la realidad. El programa había recogido minutos antes el testimonio de Jorge, otro oyente para quien las confusiones son el pan de cada día. Le confunden sistemáticamente con el actor Karra Elejalde. “Voy al Carrefour y me dice la cajera: ‘¿Usted sabe a quién se parece?’ Sí, señora, sí. Voy al hospital y ‘usted sabe a quién se parece’. Sí, sí, sí. Lo sé, lo sé”, contó con resignación divertida. Su anécdota más gráfica tuvo lugar en la madrileña calle de Alcalá, donde una señora se le acercó para pedirle una foto. Al intentar Jorge aclarar el equívoco, la mujer, ofendida, le espetó: “Yo no pensaba que usted era tan antipático”. La situación se le fue de las manos cuando, a cien metros, un grupo de jóvenes empezó a hacerse selfies con él, desatando un efecto llamada que le obligó a huir “corriendo”. La fama no deseada, en su caso, tiene un rostro conocido y suele resolverse con una sonrisa, a diferencia de la experiencia traumática de María.

Al final me pararon dos o tres policías, y se ve que yo me parecía a una terrorista"

María

Oyente de Herrera en COPE

 De Kim Basinger a Ben Affleck  

El arco de confusiones se amplió con la llamada de Isabel, quien desde la Sierra de Madrid narró cómo la comparaban incessantemente con la actriz Kim Basinger. “Iba al colegio y ya me cogieron ahí para hacer cosas… hasta en la universidad era ‘la Kim Basinger de la UAM’”, recordó entre risas y un punto de vergüenza. Para ella, el parecido fue más una curiosidad que un problema, aunque siempre lo vivió con timidez. En la misma línea, Daniel contó que, especialmente tras un vídeo suyo en TikTok que alcanzó los 50 millones de visualizaciones, la gente no duda en asegurarle que es el clon español de Ben Affleck. “El caso es que mi hija me abrió un TikTok… y ahí me ha comentado muchísima gente que, efectivamente, ‘¡j***, creí que eras Ben Affleck!’”, explicó entre las risas del estudio, donde incluso se buscó el perfil del oyente para corroborar el parecido, mucho más benigno que el sufrido por María.

La anécdota que abrió el programa, la de Santiago, se situaba en el polo opuesto de la confusión: la del beneficio inesperado. Relató cómo, al llegar con su mujer y otro matrimonio a un lujoso hotel de Salamanca para visitar a su hija, fueron recibidos por el director del establecimiento, quien, convencido de que Santiago era un importante miembro de la liga nacional de golf, les obsequió con una suite. “¿Cómo que una suite?”, se preguntó, incrédulo. A pesar de sus negativas, no hubo forma de rechazar el upgrade. “Al final no me quedó más remedio que aceptarlo”, admitió, en una historia que refleja cómo a veces el error identitario puede salir a cuenta.

 La confusión regia y el peso de un parecido peligroso  

Quizás la llamada que más diálogo generó antes de la de María fue la de Roque, quien habló de un amigo suyo con un extraordinario parecido a la familia real española. “Estaba en el hipódromo viendo unas carreras y todo el que pasaba le hacía reverencias”, narró. La confusión, en este caso, no era con un individuo concreto, sino con todo un linaje. “Se parece a la familia, ¿no? Al rey muchísimo y a otros borbones que ha habido por ahí”, matizó, llevando la conversación a un terreno más jocoso y menos cargado de dramatismo.

Pero todas estas historias, por divertidas o curiosas que sean, palidecen ante la intensidad de lo contado por María. Su experiencia en Logroño no es solo una anécdota sobre un parecido; es un vestigio de una España marcada por la tensión, donde un rostro podía convertir a un ciudadano anónimo en un sospechoso. El “se ve que yo me parecía a una terrorista” que cerró su relato condensa la angustia de quien, sin haber hecho nada malo, es percibido como una amenaza. Mientras las confusiones de los demás oyentes se resolvían con una foto, una firma o una suite de hotel, la de María se saldó con la mirada inquisitoria de unos policías que la siguieron durante días, un recordatorio de que, a veces, el parecido más razonable puede tener consecuencias del todo irracionales.

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