Casi pierde la vida de niño y esa experiencia le da un giro sorprendente a su vida décadas después: acaba haciendo historia en Argentina

Joaquín Acebo tenía cinco años cuando se subió al tren fantasma de la Feria de Luján, Argentina. Y no volvió a salir del mismo modo en el que subió...

Joaco tiene ahora 23 años y es actor.

Aquel día en el tren fantasma no había ni cinturón, ni una barra de freno, nada. Joaco iba en medio de sus dos hermanos. En una de las vueltas se puso de pie. Y salió disparado. Las piernas quedaron enredadas en las de su hermano y toda la parte de arriba del torso y la cabeza se engancharon chocando y rebotando en los hierros de las vías.

Pero todo cambia. Y ahora es actor. Porque se atrevió a hacer un casting.

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Les impiden subir a un avión por un problema en el pasaporte y la azafata no da crédito a la estrategia que usan para conseguirlo

Joaquín Acebo tuvo un papel en “El viento que arrasa”. Y si han visto “El Eternauta”, una de las series de moda, es Micky Roberts, un personaje maravilloso y tierno con parálisis facial. Como le pasa a Joaco.

Las cartas con las que juega Joaco en la vida son las que se juegan en el Eternauta. Las del truco.

Una apuesta arriesgada puede cambiar, de pronto, el rumbo de la partida.

 Un hombre ciego va al buffet de un hotel en Salamanca y lo que le dice una empleada al atenderle marca su visita: "De pronto"

Es una de las historias que María José Navarro nos contó y que no pasa inadvertida, como en el caso anterior. 

La gente amable. La gente que es afable, complaciente, afectuosa. Que a veces hay que buscarla casi con un microscopio porque no abundan. Pero, de pronto, aparecen. Y todo se vuelve mejor.

Eso es lo que le pasó el otro día a Jonatan Armengol, periodista y crítico gastronómico. Jonatan es ciego y siempre va con su perro Calo. Entró a un buffet libre de desayuno, algo que para un invidente tiene sus complicaciones. Lo que pasa es que, en la puerta, había una persona amable. Una mujer que trabaja en el comedor de ese hotel y que usó con Jonatan un tono extraordinario, con mucha disposición.

Y esa mujer, esa camarera impagable, atenta, cariñosa, siguió con ese talante hasta el final, ayudando al huésped hasta el final.

Noemi, se llama Noemi esa mujer hermosa de Salamanca.

Y tiene un hijo que se llama Pepelu y que lleva presumiendo de madre en redes un rato largo. 

Las personas amables. La gente afable, complaciente, afectuosa. 

Qué alegría de seres humanos, ¡por favor! Escucha aquí la historia íntegra.