Luis del Val pone el foco de la imagen del día de ‘Herrera en COPE’ en los traidores como Bruto y Judas, comparando esas traiciones con algunos medios de comunicación:

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Gil de Biedma llamaba a las personas a las que no ha estropeado la Literatura “letraheridos”, y a los letraheridos nos atraen los fracasados y los traidores, que a veces coinciden en la misma persona. Bruto, por ejemplo, fue perdonado por Julio César y, luego, en prueba de agradecimiento, participó en su asesinato, huyó de Roma y, ya vencido, se suicidó arrojándose sobre su propia espada. Pero nada comparable a la traición y fracaso de Judas Iscariote, el beso señalador, el prendimiento de Jesús; luego, su suicidio.

A mediados del siglo XVIII, Salzillo crea El Prendimiento, y allí plasma el beso de Judas en la comisura de los labios, con una expresión de asombro apenado en la cara de Jesús, y de cierto apresuramiento en el ojo izquierdo de Judas, que parece mirar hacia atrás, a ver si vienen pronto los soldados y le prenden, y se acaba la representación. Salzillo nos muestra a un Judas pelirrojo, y, un siglo antes, el pintor italiano Luca Giordano, ya nos lo mostraba pelirrojo. El cuadro se puede contemplar en el Museo Del Prado, y allí está Jesús, prendido ya por uno de los soldados, mientras Judas acaba de separarse, y la expresión de Jesús es de una resignación envuelta en la fatiga.

La verdad es que los traidores dan mucho trabajo. Hay una hipótesis sobre la traición, que parece muy racional, y es que Judas se encargaba de la tesorería del grupo, y habría hecho algo que no permitía cuadrar las cuentas. Hay alguna historia trágica en la vida real, que comienza con un pequeño desfalco y concluye con un asesinato, pero tampoco son infrecuentes las que terminan con un suicidio. Pero si a los letraheridos nos seducen los traidores, convendrán conmigo que, en los medios de comunicación, los buenos no gozan de mucha atención. Suelen ser aburridos. Predecibles. Monótonos. Pero como Judas tampoco hay tantos, se nos llenan páginas, y espacios de radio y televisión, con traidorzuelos de poca monta, gamberros sin gracia, torpones de tópicos, revolucionarios de café con leche desnatada, e incluso ministros entreverados de veganismo y sosería. Nada que ver con Bruto, o con Judas. Por eso, artistas como Salzillo o Luca Giordano, también se sintieron seducidos por ese oscuro misterio, por esa galería sin luz, de maldad penetrante y contenida, que un día estalla en la gran traición.

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