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Luis del Val: "De vez en cuando alguien desaparece y nos deja perplejos"

El periodista reflexiona en COPE sobre la desaparición de Blanca Fernández Ochoa

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Luis del Val

Colaborador

Tiempo de lectura: 2'Actualizado 10:24

De pronto, una mujer desaparece. Y, como es conocida y ha tenido el reconocimiento a sus méritos, el caso no se pierde entre los muchos que cada día ocurren e incitan a enfocar sobre ella la atención. Los medios, además, hastiados de la aburrida palabrería política, de esa espesura verbal que siempre se columpia entre la vacuidad y la burocracia, solemos dedicar a los casos humanos más espacio del que quizás indican los manuales de estilo. Naturalmente, todos esperamos el final feliz, y lógicamente, conocido el funcionamiento del alma social humana, hasta que eso ocurra no nos vamos a librar de las especulaciones y de las hipótesis variadas, desde las más lógicas a las más literarias.

Pero más allá del hecho específico, y de la identidad, en este caso notoria, lo cierto es que, cada día, en un país, en paz, sin mayores ni menores problemas que otros, un hombre o una mujer desaparece.

El pasado viernes, en lo que creo que es la mejor obra de teatro que se representa ahora en Madrid, “Parque Lezama”, el personaje que interpreta Luis Brandoni dice una de esas frases que parecen convencionales, pero que, al cabo de los días o las horas, la vuelves a recordar, porque descubres que esa frase tenía un significado mayor del que le habíamos, adjudicado. No es especialmente brillante, ni epatante, pero el personaje de Luis Brandoni, desde la altura de su vejez, le dice a su interlocutor que el problema puede que no sea que la vida es muy corta, sino que la vida sea demasiado larga.

Todo lo relacionado con el tiempo es una convención, porque el tiempo lo es. Lo único que ocurre es que a las medidas les aplicamos la subjetividad de nuestras emociones y sentimientos, y eso hace que una hora sea corta o larga, alegre y divertida o triste y desesperadamente prolongada. La hora no tiene la culpa. Las horas tienen sesenta minutos, y da lo mismo que sea de día o de noche, pero somos nosotros los que tenemos la impresión de que lo que nos ocurra en esa hora es monótono o interesante. Y quien habla de una hora, puede hablar de la vida.

De vez en cuando una mujer, o un hombre, desaparece. La etiología de esas decisiones puede ser muy variada. En ocasiones, aunque parezca paradójico, esa salida silenciosa de la escena lo que significa es un grito de auxilio, la solicitud de una atención que el protagonista no ha advertido, algo así como si, fracasados otros intentos anteriores que ignoramos, crea que la única ventanilla de reclamaciones que se abrirá, será si abandona la fila que hay ante la ventanilla de reclamaciones, porque –aunque lo ignoremos- la inmensa mayoría de nosotros, en el fondo, deseamos más atención.

De vez en cuando alguien desaparece, en una despedida súbita, sin pájaros, ni flores. Y nos deja perplejos, y nos asalta la duda de si la vida es demasiado corta, o, como dice el personaje de Luis Brandoni, el problema estriba en sus excesiva prolongación.

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