

"España está sin presupuestos para no quemar más a Montero; es ministra de Hacienda los días pares y candidata a la Junta de Andalucía los impares"
Jorge Bustos analiza la actualidad que marca la agenda de este lunes 8 de septiembre
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Pues muy buenos días a todos. Es lunes de vuelta al cole y con el cole vuelve la lluvia también. Hoy hay alerta naranja por chubascos y tormentas fuertes en Cataluña y hacia el mediodía en Aragón, la Comunidad Valenciana Murcia, la Murcia de don Carlos Alcaraz y el sur de la provincia de Albacete.
También la lluvia será protagonista en el norte y en Baleares. Las temperaturas van a la baja en toda España y en Canarias el tiempo será estable. Hay una última hora que proviene de Estados Unidos. Ha sucedido otra vez para alegría de toda España.
Don Carlos Alcaraz. Nada de Carlitos, ¿eh? Se ha llevado esta madrugada el US Open de Tenis en Nueva York bajo la atenta mirada de Donald Trump, que estaba en la grada. Ha derrotado con asombrosa facilidad al italiano Jannik Sinner. Tiene ya seis Grand Slams a una edad en la que Nadal tenía cinco y Djokovic y Federer uno cada uno. Con 22 años vuelve a ser número uno del tenis mundial. Grande Carlitos.
Y de un genio de la raqueta de hoy a un genio de la pluma de ayer. Porque tal día como hoy, hace exactamente 380 años, murió don Francisco de Quevedo en Villanueva de los Infantes, un bellísimo pueblo de la provincia de Ciudad Real en el corazón de la Mancha y allí escribió sus últimas páginas y allí fue enterrado. En concreto fue enterrado en la capilla de los Bustos porque los Bustos siempre hemos sido muy partidarios de Quevedo.
Bueno, somos más de Quevedo que de María Pombo, la verdad. Por eso yo personalmente me he pasado el fin de semana leyendo y he disfrutado como un enano con la nueva aventura del Capitán Alatriste que transcurre en París, a donde llega precisamente el capitán acompañado de su buen amigo Francisco de Quevedo. No voy a desvelar más detalles. Porque este miércoles Alberto Herrera tendrá aquí sentado en este estudio a Arturo Pérez Reverte y yo no me lo perdería.
El caso es que todos los caminos últimamente nos llevan a Francia, los de la literatura y los de la política, porque hoy en la Asamblea Francesa va a tener lugar un debate trascendental. Se debate la cuestión de confianza a la que el primer ministro François Bayrou ha condicionado las cuentas públicas y su propio futuro político. Los diputados franceses deben decidir ahora si aprueban o no un plan presupuestario que incluye un ajuste de 44.000 millones de euros.
La verdad es que este Bayrou es francés, pero podría ser manchego, ¿eh? Es todo un Quijote, está muy solo en su guerra contra la deuda billonaria del Estado francés y contra ese déficit del 5% que él quiere bajar al tres. Claro, pretende que sus compatriotas trabajen más, reciban menos prestaciones y pierdan incluso un par de festivos en el calendario laboral.
Y eso es lo que ha terminado de sulfurar a la opinión pública francesa. Así que lo más probable es que hoy Bayrou pierda la votación y tenga que irse a su casa y deje a Francia en el desgobierno.
Este está apelando a la responsabilidad de la clase política francesa que va a tener que elegir hoy entre austeridad o caos. Y todo apunta a que preferirá el caos. Y por razones de puro cálculo partidista, la extrema derecha con Marine Le Pen y Jordan Bardella al frente quieren infligirle una derrota a Macron con un ojo puesto en las encuestas que sonríen a su partido.
Y la extrema izquierda de Mélenchon quiere que la deuda pública sea un chicle. De hecho, no le importa mucho la deuda pública. Cree que nunca ha sido un problema y además también quiere vengarse de Macron. Y en un parlamento completamente polarizado como el francés, la responsabilidad política brilla por su ausencia.
Todos están tomando posiciones para intentar heredar al macronismo, pero Francia pagará un alto precio por esta visión egoísta y cortoplacista de la política. Cundirá la inestabilidad y quizá también la incertidumbre financiera, porque a los mercados que compran la deuda no les gustan los líos.
Y si contra todo pronóstico Bayrou logra los votos necesarios para aprobar su proyecto de presupuestos, su gobierno todavía tendrá que enfrentarse el día 10 a un bloqueo de país. Una convocatoria que surgió en las redes antisistema, con manifestaciones sindicales, chalecos amarillos, protestas callejeras, toda esa parafernalia tan francesa.
Ya sabéis que a nuestros vecinos del norte no les gustan mucho las reformas. Allí prefieren hacer una revolución antes que una reforma. La barricada es el deporte nacional en Francia. Pero si como parece hoy cae Bayrou, porque la Asamblea da la espalda a su proyecto, Macron tendrá que decidir si disuelve la cámara y anticipa otra vez las elecciones legislativas, o si nombra a su quinto primer ministro en 20 meses. Se dice pronto, eh, la Italia de Meloni ya es una balsa de aceite comparada con Francia, bueno, y comparada con España también, porque el gobierno de Sánchez, valga la contradicción, quiso volver de vacaciones proyectando una imagen de actividad febril.
Lleva días sobreactuando para intentar que no se note la parálisis legislativa del país ni la debilidad parlamentaria del gobierno. Pero una cosa es la propaganda y otra es la cruda realidad del número de escaños con los que cuentas para legislar. Pedro envió a Salvador a Bruselas para evangelizar a Puigdemont y tratar de conseguir su apoyo a unos presupuestos, pero parece que la fe sanchista no acaba de prender en el corazón del prófugo. Así que ahora el gobierno está empezando a alejar la pantalla de los presupuestos otra vez. Bueno, en realidad lo hizo el propio Sánchez la semana pasada en Televisión Española.
En Francia dimiten, en Alemania también. Aquí pues con los de otra legislatura, de otro parlamento, de otras elecciones y listo. Se ve la diferencia, ¿no?, entre el primer ministro francés y el presidente español. Es la diferencia entre cumplir con el parlamento o huir de él. Es la diferencia entre pensar en las necesidades del país o pensar en la supervivencia personal. Y es la diferencia entre tener vergüenza y no tenerla. ¿Y por qué Moncloa parece haberse arrepentido ya de su efímero propósito de cumplir la Constitución presentando unas cuentas públicas? Pues porque a saber lo que le estarán pidiendo Puigdemont o Podemos para avanzar en esas negociaciones. Lo de la quita y el cupo ya se queda corto.
Estaremos ya en la fase del referéndum o yo qué sé, en exigir a la Unión Europea la cesión a Cataluña del municipio de Alguer. Esa zona de Cerdeña donde aún se habla algo parecido al catalán y Podemos, ¿qué estará pidiendo? Pues, qué sé yo, la salida de la OTAN, una estatua gigante de Pablo Iglesias en el Valle de los Caídos, que no está lejos de Galapagar, por cierto, los Caídos.
Bueno, hay chantajes a los que ni siquiera un gobierno de rodillas como este puede ceder, no porque no quiera, sino porque es materialmente imposible. Pero hay otra razón para mantener a España sin presupuestos y es no quemar todavía más a María Montero. Recordemos que doña Montero es ministra de Hacienda los días pares y candidata a la Junta de Andalucía los días impares. O sea, entre semanas su trabajo consiste en complacer al separatismo con los recursos de las regiones que menos tienen como Andalucía y los fines de semana se baja al sur a vender andalucismo y a intentar recortar distancias con Juanma Moreno.
Pero las encuestas son bastante crueles con sus aspiraciones. Ahora mismo empeora los resultados de Juan Espadas que es mucho decir, porque los andaluces no son tontos y además tienen memoria. Y cuando oyen a la ministra criticar, por ejemplo, los conciertos públicos con la sanidad privada, se acuerdan de que ella misma los defendía a capa y espada cuando era consejera.
A ver, si el número uno tiene serios problemas con la hemeroteca, pues la número dos no iba a ser menos. Su devoción por el jefe es casi conmovedora. Digo casi porque lo verdaderamente conmovedor en un político no debería ser el seguidismo ciego al líder, sino el compromiso con la palabra dada y con el bien común, que es lo que vamos a ver hoy en París.
Gane o pierda la votación, Bayrou asumirá con valentía su responsabilidad parlamentaria. Ese concepto del que Pedro Sánchez y María Jesús Montero llevan huyendo ya tres años. Al primer ministro francés, que hoy tomará la palabra en una asamblea llena de demagogos de izquierda y de derecha, le cuadran bien aquellos versos de Quevedo:
"No ha de haber un espíritu valiente. Siempre se ha de sentir lo que se dice. Nunca se ha de decir lo que se siente".