'Crónicas perplejas': “Siempre he dicho que lo contrario a la belleza no es la fealdad, sino la dejadez”

Habla Antonio Agredano de peluquería, peluqueros, pelos y barbas

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Antonio Agredano y su idilio con la coquetería en sus 'Crónicas perplejas'

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".

Quería ponerme rubio, pero la peluquera me dijo que no. No por estética, sino por la sensibilidad de mi piel, la agresividad de ciertos productos y el cuidado de mi cabello. Así que le hice caso y sólo me puso unas mechitas oscuras para matizar mis canas. Yo siempre hago caso a las peluqueras.

Siempre he dicho que lo contrario a la belleza no es la fealdad, sino la dejadez

A una le dije: "Córtame un poquito". Y cuando acabó su escabechina me dijo: "¿Está bien así?", y le contesté: "¿No me lo puedes dejar un poquito más largo"». En qué unidad de medida se mueven los peluqueros. Centímetros no son. Córtame dos dedos y miden con dedos de King Kong.

Decía la escritora Milena Busquets que "un hombre elegante no hace experimentos con su barba ni con sus patillas". Lo digo por aquí por el bien de muchos hombres. Esos de barba perfilada, perillas imposibles, patillas mastodónticas, barbas anticuadamente hípsters o bigotillos modernos.

Ya en serio. Siempre he dicho que lo contrario a la belleza no es la fealdad, sino la dejadez. Pase el tiempo que pase, estemos felizmente casados o con divorcios a estrenar, debemos luchar contra el abandono.

La coquetería también es una manera de estar en el mundo. Un estado de ánimo. Cuidarse, echarse potingues en la cara por las noches, comprarse algo de ropa de vez en cuando, un ratito de gimnasio, o al menos salir a pasear.

Ser presumido es otra cosa. Para ser presumido hay que ser guapo y eso son cosas vulgares. Pero los que hemos nacido normalitos, al menos, nos queda eso de ser voluntariosos. Hacerle caso a las peluqueras y a los peluqueros, preguntar a nuestros amigos si la camisa nos sienta bien, alargar los buenos años un poquito. Arreglarnos. Gustarnos. En vez de comernos la quinta croqueta, a lo mejor, meter el tenedor en la ensalada.

Esas cosas. Las nuevas masculinidades. Mirarse en el espejo del ascensor y decir: Ahí está el tío. Y quién sabe, a lo mejor empezar a salir de nuevo de marcha con un peine en el bolsillo de atrás del vaquero. Turquía está a tres horas en avión. Somos jóvenes. Estamos para entrar a vivir

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