El método en la Antigua Roma para quitar los dolores del parto y el origen de por qué se envuelve a los recién nacidos con los brazos pegados
Paco Álvarez, experto en historia romana, explica en Fin de Semana las principales diferencias entre un embarazo ahora y otro de hace más de 2.000 años

Madrid - Publicado el
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La medicina y las costumbres obstétricas de la Antigua Roma, aunque distantes en el tiempo, reflejan una búsqueda ancestral de bienestar para madre e hijo que encierra tanto superstición como intuiciones sorprendentemente lúcidas. Esta fue la fascinante materia abordada por el escritor e historiador Paco Álvarez, autor del éxito de ventas 'Roma Underground: el lado oculto del imperio', durante su intervención en el programa 'Fin de Semana' de la COPE, presentado por Cristina López Schlichting.
Álvarez, un habitual del espacio que se ha consolidado como una voz autorizada para acercar la vida de los romanos de a pie, desgranó las prácticas que rodeaban el embarazo, el parto y los primeros cuidados del neonato en la Roma clásica. La entrevista comenzó desvelando que ya existía el concepto de dieta específica para las gestantes, aunque su definición de "ligera" distaría bastante de la actual.
Según explicó el autor, "se recomendaba una dieta ligera a base de huevos, gachas de harina, gambas, a veces perdices y patos". Una afirmación que provocó el asombro de la directora del programa, quien no pudo evitar exclamar: "¿Ligera? ¡Perdices y patos!". Álvarez matizó el concepto con una recomendación aún más peculiar para los antojos: "Si la embarazada se pone muy de antojo, [se le daba] matriz de cerda".

Familia de la Antigua Roma
Los romanos y los dolores del parto
Más allá de la nutrición, los romanos practicaban cuidados prenatales que denotan una observación aguda. "Se recomendaba untar de aceite la tripa, la tripita de la embarazada para prevenir estrías. Se notaba que ya sabían que había que hidratar la piel de la tripa", señaló el experto. Sin embargo, el momento del alumbramiento era el verdadero desafío. Como apuntó López Schlichting, "esto del sufrimiento en el parto es ancestral", una realidad a la que las romanas hacían frente sin los avances modernos.
Para aliviar los dolores, Álvarez citó al naturalista Plinio el Viejo y sus peculiares recetas, que "propongo no probar ninguna", bromeó. Entre los remedios se encontraban "un vaso de agua mezclado con semen de ganso" o "un bebedizo a base de estiércol de cerda", descritos por la presentadora con un contundente "¡Qué asco!". Afortunadamente, también existía la opción, seguramente más palatable y común, de utilizar simplemente vino.
La comodidad durante el parto variaba según la clase social. "Las mujeres ricas daban a luz en un mueble que se llamaba silla de parto y las demás, pues en su cama o en cuclillas con la espalda en la pared, como pudieran las pobres", explicó el historiador. En todos los casos, se empleaban métodos para proporcionar calor y confort, como colocar "toallas empapadas en aceite de oliva" en el abdomen o utilizar "una bolsa de cuero como una bota de vino… solo que llena de aceite calentito", un antecedente claro de las actuales bolsas de agua caliente.

Cristina López Schlichting y Paco Álvarez
Los bebés y cómo trataban a los recién nacidos
Pero si hay una costumbre romana que ha perdurado de forma simbólica hasta nuestros días, es el tratamiento del recién nacido. Tras el corte del cordón umbilical "a cuatro dedos del cuerpo" y una primera revisión y limpieza por parte de la matrona, tenía lugar un ritual crucial: el 'Toler Liberum'. "Inmediatamente salía del cuarto con el bebé en brazos y, según cuenta la tradición, lo dejaba en el suelo delante del padre. El padre lo levantaba y en ese acto lo reconocía como propio y se responsabilizaba de él como su hijo", relató Álvarez. Este gesto de alzar al niño, que literalmente significa "alzar al libre", era el reconocimiento formal de la paternidad. Ante la pregunta de la periodista sobre qué ocurría si el padre no lo alzaba, el autor aclaró que el bebé pasaría a ser un "expósito", siendo llevado a la 'Columna Lactaria', el equivalente a una inclusa, si bien matizó que se trata más de un ritual y que no tiene constancia de rechazos paternos en la Roma clásica.
Acto seguido, el recién nacido era devuelto a la matrona para un proceso que explica el origen de una imagen universal: el bebé envuelto con los brazos pegados al cuerpo. "La matrona le rociaba con un poco de sal y aceite y luego envolvía al bebé en vendas de lana, cada extremidad por separado y luego todo junto, envueltito como una momieta, sin la cabeza, obviamente, porque creían que así se le daba forma al cuerpecillo", detalló el escritor. Este vendaje, que provenía de Oriente Medio, no era solo un primitivo pañal, sino un sistema de sujeción. "Todavía hoy en día se venda fuertemente a los recién nacidos con los brazos pegados al cuerpo. Porque dicen, y no es tontería, que al principio se molestan a sí mismos con los brazos. Ya sabes que los bebés no distinguen entre sí mismos, el entorno, su madre…", explicó Álvarez. Este envoltorio se mantenía durante 40 días, retirándose progresivamente para permitir que el niño se acostumbrara a moverse con libertad.
La conversación finalizó con una tierna curiosidad: el cariñoso apelativo con el que los romanos se dirigían a sus pequeños. "En vez de decir bebé, les llamaban cariñosamente pupus al niño y pupa a la niña. Palabras que significan literalmente muñeco, muñeca, como en el francés, poupée", concluyó el autor. Una muestra más, como resaltó Cristina López Schlichting, de que, en lo esencial, "no hemos cambiado tanto desde el tiempo de los romanos". A través de las palabras de Paco Álvarez, los oyentes de 'Fin de Semana' comprobaron cómo el amor, la preocupación por el bienestar y el instinto de protección hacia los recién llegados son sentimientos tan antiguos como la propia civilización.