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Confinada 12 días cuidando a una mujer de 59 años con Síndrome de Down

Teresa es estudiante de Enfermería y cuenta en Fin de Semana con Cristina su increíble experiencia con Conchi, infectada con coronavirus

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Cristina López Schlichting
@crisschlichting

'Fin de Semana' COPE

Tiempo de lectura: 4'Actualizado 30 may 2020

Cuando todo esto haya pasado y las generaciones venideras lleguen, nos preguntarán “¿Y tú cómo recuerdas aquello, qué pasó, qué se te quedó grabado de aquella pandemia?”; unos se acordarán de las calles vacías, otros de los aplausos desde los balcones, otros de la extrañeza de las mascarillas…

Recordaremos el sacrificio de los sanitarios y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, la desesperación de las colas para lograr recursos y muchas otras cosas.

Nosotros nos hemos quedado con una autofoto: dos mujeres. La de aspecto más joven se protege con mascarilla, gorro higiénico y demás equipo. Con una mano sostiene el móvil para hacer la foto y, con la otra, sostiene un tupper con comida. La otra mujer está acostada en una cama de sábanas blancas, ligeramente incorporada, con gafas de oxígeno, un protector de babero sobre el pecho y una venda con muñequera en el brazo derecho.

Sin buscarlo, y tal vez sin saberlo, estas dos mujeres escenifican lo mejor de este tiempo. Son Teresa Navarro y Conchi.

Teresa es estudiante de 2º de Enfermería en la Universidad CEU Cardenal Herrera, tiene 20 años y ha estado en Fin de Semana con Cristina donde ha relatado cómo se puso a ayudar: “Yo estaba en mi casa jugando con mis hermanos, de repente llega mi madre y me dice ‘oye Teresa, tengo que hablar contigo’, yo no sabía lo que era y si era malo. Me dijo que buscaban una voluntaria para presentarse para cuidar a una mujer en el hospital por posible coronavirus. En esos días anteriores yo ya buscaba si podía ayudar en algo porque entre tanta ruina nosotros podíamos hacer algo, yo podía hacer cosas y quería dar mi ayuda”.

Conchi tiene 59 años, tiene Síndrome de Down y vive en un piso tutelado porque sus padres murieron. Se infectó de coronavirus y estaba ingresada en Villarrobledo, en el hospital y aislada en una habitación, pero en su situación era prácticamente imposible dejarla sola. Entonces la Fundación Tutela de Castilla La Mancha lanza el SOS. Teresa se lanza a la aventura y así lo relata: “Vivimos en el mismo pueblo pero no la conocía. Al día siguiente de la llamada, el 2 de abril, cojo la maleta e ingreso en el hospital porque tenía que estar confinada con ella. Al llegar allí… demasiado impactante para mí. Conchi estaba atada en la cama y casi sin el camisón y desnuda porque ella se movía mucho, temblando y sin saber qué estaba pasando”.

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“Cuando me vio no reaccionó mucho, fue más cuando la desaté y la cogí de las manos”, relata Teresa, que continúa: “Ahí ya empezó a relajarse y seguro que ya sabía que allí había una persona para cuidarla. Me dijeron que hablaba mucho pero al principio no decía nada, me bajó un poco la autoestima porque no abría la boca, tardó unos días hasta que empezó a hacerlo, estuvimos juntas doce y solo en los cinco últimos se abrió a mí. En todo caso yo nunca perdí la esperanza y no dejé de hablarla y darle ánimos porque yo sabía en el fondo me escuchaba aunque no me respondiera”.

“Al principio me acordé de mi madre y de todos sus ancestros”, asegura Teresa, “pero luego recuerdo que gracias a ella he podido hacer todo esto, me ha apoyado mucho y fue la única que me dijo ‘hazlo porque Conchita te está esperando y necesita tu ayuda’, si no hubiera sido por ella no sé si habría tenido tanta fuerza”, reconoce, que añade que mantenían el contacto “por móvil” y, a veces, le llevaba comida, “la dejaba a las enfermeras y ellas me la traían”.

Teresa reconoce que los primeros días con Conchi fueron los más difíciles porque “se pasaba todo el rato durmiendo, estuvo así tres días y no se podía ni levantar de la cama. Esos primeros tres días estaba con el ordenador estudiando o veía algo y así se pasaba más rápido. Luego le daba de comer, estábamos juntas… luego ya, pasando los días apenas tocaba el ordenador y llegaba a cenar muy tarde”. Cuando ya se hablaban la rutina cambió: “Yo me despertaba antes así que la dejaba dormir, aprovechaba para desayunar tranquilamente. Cuando ella despertaba la sentaba en el sillón y pasábamos horas hablando, me contaba sobre sus hermanos, su madre y que les echaba mucho de menos, luego también se tiraba mucho tiempo en el baño y otras veces cantaba y me pedía que cantase con ella”.

No solo eso, en la foto se ve que Conchi tiene las uñas pintadas de rojo, algo que fue gracias a Teresa: “Logré pintárselas cuando ella estaba muy tranquila. De hecho una enfermera, por videoconferencia, dijo que yo había logrado que se pusiera mascarilla a pesar del miedo que ella le tenía por ver tanta gente con ella”.

Teresa también reconoce que Conchi “es muy cabezota y se enfadaba mucho, decía ‘la próxima vez no vengo aquí, si lo sé no vengo’”, incluso una vez fue al baño y se cayó y ahí se me removieron muchísimas cosas. No se hizo daño pero al ver eso en ese momento lo pasé muy mal, pero logré llevarla a la cama. Fue un susto tremendo y estuve llorando a mantas y con el estómago revuelto, no se me olvidará jamás. Después de cenar yo seguía con la angustia y ella no se podía dormir, estaba muy nerviosa, eso me agobió muchísimo más y no sabía cómo hacerlo, al final me cogió de la mano y entonces me dije ‘deja de llorar, vamos a ponernos al lío y a espabilarnos’, me dio mucha fuerza, quería tranquilizarme y decirme que estábamos juntas en eso y lo íbamos a superar juntas”.

A pesar de esto Teresa no se contagió en ningún momento, le hicieron el test PCR y dio negativo. Por su parte, el 13 de abril a Conchi le dieron el alta y salió del hospital. “No nos hemos podido volver a ver desde entonces”, reconoce ella, “estoy esperando porque ella sigue en su habitación de su casa haciendo confinamiento, le van a hacer otra prueba a ver si ya da negativo y puede salir. Yo estoy deseando que salga y poder verla, me he encariñado muchísimo con ella”.

Esto ha merecido la pena muchísimo, me ha cambiado la vida, no sabría explicarlo con palabras, el amor está entre nosotros y no basta con cosas materiales. Si nos movemos entre nosotros, podemos hacer un mundo genial”, finaliza Teresa.

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