
"Al Papa no le importaba su tumba, vino a decirnos que la vida no es para preparar sepulturas, sino para celebrar y amar"
Cristina López Schlichting analiza las claves que marcan la actualidad de este domingo, 27 de abril
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Muy, muy, muy, muy buenos días España desde la ciudad eterna. Muy bienvenido a fin de semana de la cadena COPE. Te saluda Cristina López Schlichting en nombre de todo este equipo que este domingo 27 de abril abre programa desde la tumba del Papa.
No hay nada. Luz. Un hueco blanco. Francisco, lo acabamos de ver, está junto a la capilla de la Salus Populi Romani, la imagen bizantina de la Virgen que visitó una y otra vez a lo largo de su vida. Un cubículo blanco que ocupa en la pared el espacio de un pequeño armario donde antes se guardaban los candelabros y al que ahora han retirado las puertas.
Blanco absoluto. Un crucifijo de plata con la imagen del buen pastor llevando a hombros a la oveja, el que siempre llevó en el pecho y un escalón de mármol blanco veteado de ligerísimo gris.
En la lápida ya lo sabes, pone solo Franciscus. Alguien ha colocado una rosa blanca, su flor preferida y la que solía dedicar a la Virgen. Yo creo que al Papa no le importaba mucho esta tumba. En general no le importaban mucho las tumbas.
Vino a decirnos que la vida no es para preparar sepulturas, que es para celebrar, para amar y para mirar de acercarse al infinito. De hecho, algo pasa en la gente que tras las largas colas atraviesa la bellísima nave cuadrada de la Basílica de Santa María la Mayor y apenas se detiene un instante ante la tumba.
Dicen cosas curiosas. Hemos podido hablar con algunos españoles a la salida. Un niño que dice que la tumba le ha dado alegría. Esto dice el crío. La tumba da alegría. Es para pensárselo.
En este día de sol en Roma hay una pregunta más, una pregunta en el aire. Porque mira, ya estamos otra vez en el Tran Tran. Ha ganado el Barça al Madrid. Estaban el Rey y María Jesús Montero y Juanma Moreno ayer en el partido. Y como ya viene siendo costumbre, faltaba nuestro presidente, que tampoco ha acudido a los funerales del Papa.
Ya empiezan las noticias a ser relevantes otra vez. Elecciones en Canadá, detención en Rusia de un disidente ucraniano que ha asesinado a un alto mando del ejército ruso, explosión en un puerto de Irán que está siendo investigada y más bombas rusas en Ucrania.
El ritmo vertiginoso de la información empieza a cubrir las emociones de estos días en este mundo donde todo pasa rápido. Y nos ponemos enseguida a las redes y a todo lo que está explicando y a las noticias del corazón.
Tras la muerte en su escritorio, firmando papeles del hombre que hasta el final pensó en el ser humano, la persona, cada uno de nosotros, pasa rápidamente página.
¿Y ahora? Nada. Una lápida. La palabra Francisco. Nada. Un cadáver en una caja. Un velo sobre la cara. Un rollito con la historia de su vida, enfundado en un cilindro de metal y una bolsa con monedas de la época, por si dentro de muchos siglos alguien, olvidado de quién era este señor, se empeña en investigarlo.
¿Sabes a qué me recuerda todo esto? Pues a otro domingo, en que otros hombres y mujeres, como tú y como yo, miraban desilusionados, una cruz y una tumba.
¿No prometió un cambio? ¿No afirmó que por fin los hombres eran iguales y libres? Esa tumba blanca que acabo de visitar me deja pensativa. Sin embargo, tal vez, ¿y si la vida de un hombre no fuese un mero surco en el agua? (...)