El nuevo glamour de los fogones
Nadie quería ser cocinero… hasta que llegó el boom gastronómico
En pleno apogeo de la gastronomía mediática, surge una paradoja: la cocina está más valorada que nunca… pero la comida “rompe el bolsillo” y pierde la autenticidad de antes. En Fin de Semana se analiza cómo hemos pasado de la olla casera al espectáculo culinario.

Escuela de vida habla de la evolución de la concina y la figura del cocinero
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Esta semana, con motivo de los Premios Nacionales de Gastronomía 2025 —que por primera vez se celebran fuera de Madrid—, Cristina reflexiona en la Escuela de Vida del programa junto al psicólogo Pedro Martínez y Ingeborg Schlichting sobre la profunda transformación del mundo culinario español. Hace apenas unas décadas, dedicarse a la cocina no era un camino hacia el reconocimiento, sino un trabajo duro y, con frecuencia, poco valorado. Hoy, en cambio, ser chef se asocia con creatividad, prestigio y pasión.
Según el psicólogo Pedro Martínez, “cocinar es un valor añadido para la persona, más allá de ligar. Hacerlo bien es pertenecer a un grupo selecto”. Una percepción que, como apunta Martínez, tiene mucho que ver con la visibilidad que la cocina ha ganado en la televisión y en la cultura popular: en citas, redes sociales o programas de éxito, saber cocinar se ha convertido en un verdadero distintivo social.
Pero esta nueva valoración encierra una paradoja. Mientras crece el prestigio de los chefs, la calidad de los productos que consumimos parece deteriorarse. “Antes se servía verdura fresca. Ahora todo viene congelado, prefabricado”, lamenta Ingeborg, evocando la autenticidad perdida de una gastronomía sencilla y natural.
La nostalgia, sin embargo, no nubla el análisis. Todos se preguntan si la cocina moderna —con su despliegue de salsas, técnicas complejas, productos procesados y marketing “saludable”— no se estará alejando de lo verdaderamente sano. ¿Es hoy más difícil —y más caro— comer bien? ¿Ha caído la calidad entre precios inflados y la búsqueda constante de innovación?
La tertulia culmina con una mirada crítica: muchos restaurantes que deslumbran a la vista ofrecen platos pequeños, caros y a menudo sobrevalorados. La cocina tradicional, aquella que formaba parte del recetario familiar, no siempre recibe el prestigio que merece frente al envoltorio mediático.