Akropost: la empresa vasca que lidera el reparto postal privado en España

La historia de Akropost arranca hace más de dos décadas, cuando el mercado postal aún era un monopolio. “Vimos una oportunidad cuando se anunció la liberalización del sector, aunque al principio fue durísimo”, recuerda Iñigo Bustamante, director general y cofundador de la empresa.

En sus comienzos, el panorama era precario: tecnología rudimentaria, poca infraestructura y muchas restricciones legales. Pero la visión estaba clara: ofrecer un servicio postal privado competitivo, ágil y cercano. 

De cinco empleados a líderes del sector  

Hoy, Akropost genera más de 200 empleos solo en Euskadi y, junto con su marca nacional Hispapost, distribuye cerca de 160 millones de envíos anuales. Su actividad incluye cartas ordinarias, certificadas, notificaciones, paquetería y productos innovadores como el SM, un envío trazado a buzón para e-commerce.

“Empezamos en un local pequeño de Bilbao y ahora llegamos al 60% de la población española”, destaca Bustamante con orgullo. ¿El secreto? Precio, plazo y trato

Akropost se distingue por tres pilares que Bustamante resume con humor: “Precio, Plazo y Trato —el famoso PPT”. Frente a grandes operadores, ofrecen eficiencia, cumplimiento y atención personalizada.

“No somos una ventanilla con número. Aquí se atiende a las personas, no a los expedientes”, subraya. 

Contra el gigante estatal  

La competencia con Correos es desigual, reconoce el directivo. “Nosotros recibimos 0 euros de ayudas. Correos, 400 millones”, denuncia. Aunque entiende el papel del operador público, considera que el modelo no favorece la libre competencia: “Si tú haces la mitad que hace cinco años y no cambias nada, en una empresa privada ya estarías cerrado”. 

Innovación en un mundo digital  

Lejos de resignarse a la caída del correo tradicional, Akropost apuesta por la evolución: más tecnología, más servicios para e-commerce y mayor adaptación a las nuevas demandas del mercado.

“Hay que mirar el futuro con alegría y no como si esto se acabara. El que no se adapta, se queda fuera”, sentencia Bustamante, que confía en la resiliencia del modelo vasco de empresa: austero, eficaz y humano. 

De bufandas en San Mamés a tarjetas de crédito  

Entre las muchas anécdotas, Bustamante recuerda el día en que repartían bufandas del Athletic Club en una final: “Parecía Vietnam. Casi nos dan la vuelta a la furgoneta”. También confiesa que en sus inicios en selección de personal no era precisamente infalible: “El que yo creía que no duraba ni un día, aún sigue aquí. Y los que pintaban como cracks, volaban al día siguiente”. 

Orgullo vasco, ambición nacional  

Ser una empresa vasca es para Bustamante un sello de calidad que les ha abierto puertas fuera de casa. Aunque, irónicamente, algunas instituciones del propio Euskadi siguen apostando por el operador público.

“Nos va mejor fuera que dentro, pero seguimos creyendo en nuestra tierra. Aquí empezó todo, y aquí seguimos creciendo”, concluye.