La física dicta sentencia: así se transformó el tenis para ser el espectáculo que es hoy

Un cambio deliberado en la hierba de Wimbledon y en las bolas frenó el juego de saque y volea para dar paso a la era de los peloteos épicos y los partidos agónicos

Carlos Alcaraz golpea una pelota durante la final de Wimbledon
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PA / Cordon Press

Sección de ciencia y deporte con Joaquín Sevilla: las superficies

Alberto Sanz

Pamplona - Publicado el

4 min lectura

Dentro de la sección Ciencia y Deporte de COPE Navarra, el físico y profesor de la Universidad Pública de Navarra, Joaquín Sevilla, ha explicado las claves científicas que han modelado la evolución del tenis hasta convertirlo en el espectáculo que es hoy. La clave, según Sevilla, reside en la física que se esconde detrás del bote de la pelota: la velocidad y la altura que alcanza tras impactar en la superficie, dos variables que dependen directamente de los materiales de la pista y de la propia bola.

Del saque-volea al fondo de la pista

Una de las pruebas más visuales de esta transformación se encuentra en el desgaste de la hierba de Wimbledon. Sevilla apunta a cómo las zonas desgastadas de la pista en 1993 se concentraban cerca de la red, fruto del dominante juego de saque y volea. En cambio, en 2013, el césped dañado se localizaba principalmente en la línea de fondo, una evidencia de que el juego se había vuelto más lento y basado en el peloteo.

Iga Swiatek (POL) gana el Campeonato Femenino durante Wimbledon 2025

Alamy Stock Photo

Iga Swiatek (POL) gana el Campeonato Femenino durante Wimbledon 2025

Este cambio no fue casual, sino que fue una modificación buscada, como subraya el físico. Históricamente, las superficies han generado estilos de juego muy diferenciados. La hierba, más mullida y suave, produce un bote bajo y rápido, ideal para especialistas del ataque, mientras que la tierra batida, más rígida y rugosa, provoca que la bola salga "un 20 % más lenta y un 20 % más alta", favoreciendo a los jugadores de fondo.

La tecnología que rompió el juego

El equilibrio entre estilos se rompió a mediados de los años 80 con la aparición de las raquetas de composites, más grandes y potentes que las de madera. Esta mejora tecnológica otorgó una "ventaja competitiva enorme al saque y volea", convirtiéndolo en el estilo dominante en todas las superficies y haciendo el juego, en palabras de muchos, "aburridísimo".

Aryna Sabalenka acabó desesperada y rompiendo la raqueta.

EFE

Aryna Sabalenka acabó desesperada y rompiendo la raqueta.

Las estadísticas confirman la falta de espectáculo de aquella época. En la final del US Open de 1998, el 78 % de los puntos se resolvieron en tres golpes o menos, pero fue en la final de Wimbledon entre Sampras e Ivanisevic donde se llegó al extremo: el 85 % de los puntos no superaron esa barrera.

La ciencia al rescate del espectáculo

Ante la pérdida de atractivo, los gestores del circuito profesional decidieron intervenir con conocimiento científico. En 2001, Wimbledon cambió la composición de su césped a una especie 100 % más resistente, permitiendo un suelo más firme que elevaba el bote de la pelota y, por tanto, ralentizaba el juego.

Jannick Sinner en un partido de Wimbledon

EFE

Jannick Sinner en un partido de Wimbledon

A la modificación de la superficie se sumó, en 2002, la introducción de bolas un 6,5 % más grandes, lo que también contribuyó a frenar la velocidad. Se actuó sobre los dos elementos que gobiernan la física del bote, la bola y el suelo, y ese mismo año terminó el reinado absoluto del saque y la volea.

Después del bote, es un 10 por 100 más lento y un 10 por 100 más alto"

Joaquín Sevilla

Físico de la Universidad Pública de Navarra

El resultado de estas medidas ha sido cuantificado. Un análisis de los saques de Roger Federer entre 2003 y 2008 demostró que, para la misma velocidad de servicio, la pelota después del bote era "un 10 % más lenta y un 10 % más alta", una diferencia muy apreciable que cambia por completo la dinámica del punto.

Alcaraz y Roger Federer hace años en el torneo de Wimbledon

Twitter

Alcaraz y Roger Federer hace años en el torneo de Wimbledon

La consecuencia directa fue la llegada de puntos más largos y disputados. La mítica final de Wimbledon de 2008 entre Nadal y Federer, que duró casi cinco horas, es el mejor ejemplo: el 60 % de los puntos tuvieron más de tres golpes, un contraste radical con las fulminantes finales de los años 90.

Esto ha sido todo gobernado con conocimiento científico"

Joaquín Sevilla

Físico UPNA

Esta nueva realidad ha permitido que grandes campeones como Federer, Nadal y Djokovic hayan podido triunfar en todas las superficies, un hito que en la era anterior solo había conseguido Andre Agassi. En resumen, como concluye Sevilla, la evolución del tenis no ha sido fortuita, sino que "esto ha sido todo gobernado con conocimiento científico" para equilibrar los factores del juego y potenciar el espectáculo.

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Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.

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