La denuncia de María, voluntaria de A Coruña: "Si no recogéis los excrementos de los perros, los ciegos se los llevan en los bastones a su bolsillo y se encuentran el regalito en las manos"
Dos voluntarias de la ONCE de A Coruña destapan las barreras invisibles a las que se enfrentan las personas ciegas

Enma y María, voluntarias que ayudan a personas ciegas en A Coruña
Coruña - Publicado el - Actualizado
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Un gesto tan incívico como no recoger el excremento de un perro puede parecer un simple engorro para cualquier viandante, pero para una persona ciega se convierte en un problema desastroso. Así lo ha denunciado María, una voluntaria de la ONCE en A Coruña, que ha puesto de relieve una de las muchas barreras invisibles a las que se enfrenta este colectivo en su día a día.

María es voluntaria de la ONCE en A Coruña
Para una persona que depende de un bastón blanco para guiarse, el contacto con un excremento no es solo una molestia. La propia voluntaria ha detallado la desagradable consecuencia de esta falta de civismo, y quiso apelar directamente a la parte humana responsable: "Si no recogéis los excrementos de los perros, los ciegos se los llevan en los bastones a su bolsillo y se encuentran el regalito en las manos"
Una ayuda que cambia la perspectiva
Tanto María como Enma, otra voluntaria coruñesa de 36 años, dedican parte de su tiempo a ayudar a personas con discapacidad visual a través de la ONCE.
María, de 74 años y ya jubilada, se decidió a dar el paso hace ocho años tras escuchar una cuña en la radio que pedía voluntarios. Desde entonces, mantiene una cita semanal con la organización, donde su afición por la lectura la ha llevado a organizar un club de lectura con varios miembros de la ONCE. "Intercambiamos opiniones de todo tipo y de libros, porque además es gente que sigue siendo lectora, oye muchos audiolibros y me dan ellos ideas a mí de libros también", asegura.

Enma, voluntaria en A Coruña
Por su parte, Enma, que es gestora inmobiliaria, compatibiliza su trabajo con el voluntariado y lleva en la entidad alrededor de un año. Es gestora inmobiliaria y coruñesa de toda la vida. Tanto, que ese carácter tan propio de ayudar a los demás, lo tiene grabado a fuego.
Ha sido voluntaria con peques o con jóvenes, y con ese trabajo, un día, se hizo una pregunta: "¿No hay nada para la discapacidad visual? Me extrañaba muchísimo". Buscó en Internet con tanta suerte que "encontré la Fundación ONCE y me apunté como voluntaria".
Las barreras que pasan desapercibidas
Esta labor no solo ha permitido a las voluntarias ayudar, sino también tomar conciencia de las dificultades cotidianas que pasan desapercibidas. Acompañan a los usuarios a aprender un trayecto, con los obstáculos que se puedan encontrar, o a realizar trámites en la administración pública.

La propia sede de la ONCE en A Coruña está llena de barreras por las obras de los Cantones
"Por ejemplo, hay que aprender un trayecto, familiarizarse con él, y tú eres quien tienes que acompañarlo para facilitarle todo ese aprendizaje", detalla Enma. Otras casuísticas son "ir a consulta médica o a cubrir papeles a una administración pública. Te piden ayuda para situar, a qué ventanilla se tienen que dirigir, etcétera, porque no siempre está accesible"
En otras ocasiones el acompañamiento es para algo tan rutinario como ir a comprar ropa, ya que es más que complicado, sin vista, saber cómo sienta una prenda o de qué color es. María relata también con sorpresa cómo en lugares como un hospital son las personas ciegas las que la guían a ella: "Desarrollan un sentido de la orientación muy grande, claro".
Aprender a ver con otros ojos
Al final, como resume Enma, se trata de una experiencia que enriquece por partida doble, ya que les ha enseñado a relativizar: "Nos complicamos mucho la vida". Según explica la voluntaria, "si estás al lado de alguien con una discapacidad, te hace ver que la vida es más sencilla de lo que tú crees" y hace pensar que una misma se está "complicando con cosas que no son necesarias".
Si estás al lado de alguien con una discapacidad, te hace ver que la vida es más sencilla de lo que tú crees
Voluntaria en la ONCE de A Coruña

Un hombre ciego paseando junto a su perro guía
Ambas animan a más gente a sumarse, e insisten en que el voluntariado se adapta a la realidad de cada uno y que incluso una sola hora al mes puede suponer un gran apoyo para otra persona. Siempre "miran quiénes estamos disponibles en esos horarios y nos llaman", comenta Enma. Según explica, la clave está en la flexibilidad, ya que cada voluntario ofrece el tiempo que puede a través de una especie de bolsa de tiempo: "Miran quiénes estamos disponibles en esos horarios y nos llaman".
Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.





