Expertos de la Junta explican la razón por la que no hay peces muertos a causa del arrastre de cenizas del incendio de Jarilla

Miguel Ángel Cotallo explica que las aguas negras en los ríos del Ambroz y Jerte han estado causadas por carbón vegetal y que el reverdecimiento del suelo ha evitado un daño mayor

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José Luis Lorido

Badajoz - Publicado el

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El Servicio de Pesca de la Junta de Extremadura ha confirmado que no se ha producido la muerte de peces como consecuencia de las aguas turbias en la zona del incendio de Jarilla, que afectó a más de 16.000 hectáreas de los valles cacereños de Ambroz y Jerte. La imagen de los ríos teñidos de negro había generado una gran preocupación social, pero los análisis técnicos descartan un impacto letal sobre la fauna fluvial.

Miguel Ángel Cotallo, ingeniero forestal del Servicio de Pesca, ha sido tajante al respecto: "No se ha constatado ni informado sobre ninguna mortandad piscícola asociada al incendio". Cotallo, que cuenta con más de 15 años de experiencia en la gestión de incendios forestales, explica que el fenómeno observado, aunque alarmante por su color, no es nocivo para los peces.

El color del 'chapapote'

La tonalidad oscura que mostraron los ríos no era más que el efecto de los 'picones' o carbón vegetal arrastrados por las primeras lluvias. "A la llegada del primer episodio de precipitaciones intensas se puede observar la normal turbidez de los primeros arrastres ordinarios, añadiendo los picones que conllevan una imagen distinta, aunque no suponen alteración relevante en las aguas", detalla Cotallo.

Pese a la imagen (de las aguas negras), solo se trata de carbón vegetal, similar al utilizado para el filtrado de aguas, sin que se asociara mortandad de peces alguna"

Miguel Ángel Cotallo

Técnico del Servicio de Pesca de la Junta de Extremadura

El experto aclara que esta turbidez negra es incluso menos dañina que otras de color pardo o verde, más habituales y que sí se han asociado en otras ocasiones a episodios de mortandad. Las partículas de carbón, al ser de mayor tamaño, no obstruyen las branquias de los alevines como sí ocurre con otros sedimentos más finos.

El otoño evita la erosión

El principal riesgo para los ecosistemas fluviales tras un incendio de estas características es la erosión del terreno. Sin embargo, Cotallo explica que este peligro se ha mitigado gracias a la meteorología. "Esta otoñada ha venido muy progresiva, muy lenta", lo que ha permitido que el suelo se vaya cubriendo de nuevo.

"La paulatina llegada de las precipitaciones asociada a una templanza de las temperaturas ha facilitado este reverdecimiento gradual, tanto de herbáceas como del rebrote de leñosas", afirma el técnico. Esta nueva capa vegetal ha sido clave para sujetar el terreno y evitar que las lluvias arrastraran el suelo de forma masiva hacia los cauces.

La naturaleza dispone de sus propios mecanismos de adaptación y recolonización, que le permiten reponerse y completar su restauración"

Miguel Ángel Cotallo

Técnico del Servicio de Pesca de la Junta de Extremadura

De forma preventiva, el pasado octubre se realizó un rescate de ejemplares de truchas y cachos o bordallos en las gargantas afectadas. El objetivo, según el Servicio de Pesca, era asegurar su reproducción en el Centro Ictiogénico de Jerte para repoblar después las cabeceras, una práctica que se considera rutinaria para ayudar a los peces a superar obstáculos como presas o azudes, pero a la que se le dio prioridad por el incendio.

La lección del gran incendio de 2003

La situación actual trae al recuerdo las conclusiones obtenidas tras los incendios forestales de 2003, cuando ardió el Parque Natural Tajo Internacional en Valencia de Alcántara. En el último Consejo de Pesca y Acuicultura de Extremadura se rememoró que en aquella ocasión tampoco hubo mortandad de peces.

Entonces se verificó un repunte inicial de la salinidad por la disolución de las cenizas, pero siempre dentro de niveles tolerables. También apareció el llamado "chapapote" de carbón vegetal flotante, que, pese al impacto visual, no afectó a los peces. "Se distinguía perfectamente a los peces de base en superficie, comer en superficie a un lado y al otro, y lo que dieron en llamar aquel año chapapote", concluye Cotallo.

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Con Ángel Expósito

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