El pueblo de Tarragona que quiso separarse de Cataluña por el procés y unirse a Aragón: quería montar su propia consulta
Esta localidad se sintió "discriminada" en 2017 cuando el Govern puso todos los medios para lograr la independencia de España

El pueblo de Batea, en Tarragona
Madrid - Publicado el - Actualizado
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En 2017, mientras Cataluña acaparaba la atención nacional e internacional con su intento de independencia, un pequeño municipio tarraconense se convirtió en una inesperada anomalía política. Mientras muchas localidades se volcaban en el ‘procés’ y el referéndum del 1 de octubre, Batea —un pueblo de apenas 2.000 habitantes— amenazaba con hacer justo lo contrario: separarse de Cataluña y unirse a Aragón.
La crisis territorial que se vive en Cataluña durante 2017 tiene múltiples caras. Mientras en Barcelona y en muchos municipios se habla de independencia, en Batea, en la comarca de la Terra Alta, el sentimiento es otro. Aquí, su alcalde, el socialista Joaquim Paladella, lanza una advertencia que deja a muchos boquiabiertos: “Si la Generalitat sigue ignorándonos, nos iremos con Aragón”.

El caso de Batea fue único en Cataluña
"lA GENERALITAT NOS IGNORA": EL SENTIMIENTO EN BATEA
En plena efervescencia del independentismo catalán, Batea denuncia sentirse olvidada y maltratada por el Govern. La paradoja no puede ser más potente: un pueblo catalán que, harto de promesas incumplidas, considera dar un paso insólito. La propuesta no es simbólica: Paladella llega a plantear la celebración de un referéndum local para consultar a sus vecinos sobre la anexión a la comunidad aragonesa.
Lejos de una postura antinacionalista, el discurso del alcalde se apoya más en la gestión que en la identidad. “Nací en Cataluña, me siento muy catalán y sueño con Cataluña, pero el Govern ignora nuestros problemas”, declara Paladella. La queja central gira en torno a la falta de inversión en infraestructuras y servicios sociales.

Batea cuenta con cerca de 2.000 habitantes
Uno de los desencadenantes del conflicto fue la promesa incumplida de la Generalitat de concertar 60 plazas en una residencia de ancianos del municipio. A día de hoy, según denuncia el alcalde, solo se han cubierto la mitad. A esto se suma la imposición de varios parques eólicos en la zona, sin consenso ni beneficios claros para el pueblo.
El malestar crece hasta tal punto que el propio Paladella solicita reuniones con el entonces presidente catalán, Carles Puigdemont, y con representantes del Gobierno central, buscando una solución a lo que considera un agravio sostenido.
Nací en Cataluña, me siento muy catalán y sueño con Cataluña, pero el Govern ignora nuestros problemas"
Alcalde de Batea
la alternativa que batea proponía a la generalitat
Lo que convierte este episodio en un caso único es que Batea no se limita a protestar: propone una alternativa concreta. Situado a pocos kilómetros del límite con Teruel, el municipio considera más beneficioso integrarse en la comunidad vecina. Aragón, con quien comparten vínculos históricos y geográficos, es vista por parte del consistorio como una administración más cercana y eficaz.
Aunque el referéndum nunca se llega a convocar, la amenaza es real y despierta una fuerte polémica. Desde la Assemblea Nacional Catalana se califica la propuesta de “vergonzosa” y se acusa al alcalde de utilizar las plazas de la residencia como “chantaje político”. Pese a las críticas, Paladella mantiene su postura y defiende el derecho de los pueblos a decidir también en el sentido opuesto al independentismo.
Hoy, ocho años después de aquel episodio, el tono ha cambiado. Joaquim Paladella continúa como alcalde con mayoría sólida, pero el discurso sobre la anexión aragonesa ha desaparecido del debate local. Aun así, el sentimiento de abandono persiste.

Batea es un ejemplo de lo que pasó en partes de la Cataluña rural
Las promesas no cumplidas, las infraestructuras que no llegan y la sensación de ser “ciudadanos de segunda” respecto a otros territorios catalanes siguen presentes en la memoria colectiva de Batea. El episodio de 2017 queda como un recordatorio de que los desequilibrios territoriales también se viven dentro de Cataluña, y no siempre en la dirección que marca la política dominante.
Lo vivido en Batea pone sobre la mesa una realidad poco visible durante los años del 'procés': el malestar de la Cataluña rural, lejos de los focos de Barcelona. Mientras la independencia copaba titulares, muchos pueblos pequeños sentían que sus problemas quedaban al margen del debate político.
El caso de Batea es también un ejemplo de cómo la tensión política puede desatar respuestas imprevisibles. En medio de un contexto donde se pedía el derecho a decidir, este pequeño pueblo propuso ejercer ese mismo derecho, pero para irse… de Cataluña.