Peleas entre hermanos: cómo gestionarlas sin perder la calma y fortalecer su vínculo
Las peleas entre hermanos son una escena habitual en los hogares con niños pequeños, lo que puede causar frustración en los padres y madres.

Dos niños jugando
Barcelona - Publicado el
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Las peleas entre hermanos son una escena habitual en los hogares con niños pequeños. Disputas por juguetes, celos o diferencias de carácter pueden generar conflictos diarios que, si no se manejan bien, afectan el ambiente familiar. Sin embargo, los expertos aseguran que estas discusiones son parte natural del desarrollo emocional y pueden convertirse en una oportunidad para enseñar empatía, respeto y resolución de conflictos si los padres saben cómo intervenir de forma adecuada.
El primer paso para gestionar las peleas entre hermanos es comprender por qué ocurren. Los niños pequeños están aprendiendo a expresar sus emociones, a compartir espacio y atención, y a negociar sus necesidades. Los celos o la búsqueda de atención suelen ser causas frecuentes, especialmente cuando hay poca diferencia de edad. Según psicólogos infantiles, es importante no etiquetar a los hijos como “el bueno” o “el malo” en cada disputa, ya que esto puede generar resentimientos y reforzar comportamientos negativos. En lugar de buscar culpables, se recomienda centrarse en entender las emociones de cada uno y enseñarles a expresarlas con palabras. Esta comprensión también ayuda a los padres a detectar patrones repetitivos, como cuándo y por qué se producen las peleas, lo que permite anticiparse y prevenir futuros conflictos antes de que escalen.

Juegos de mesa en familia
Intervenir con calma y enseñar habilidades sociales
Cuando surge una pelea, la reacción de los padres es clave. Los especialistas aconsejan mantener la calma y evitar los gritos o castigos impulsivos. Intervenir con serenidad ayuda a que los niños aprendan a autorregularse emocionalmente. En lugar de imponer soluciones, conviene guiarlos a encontrar acuerdos, ayudándolos a identificar lo que sienten y proponiendo alternativas para resolver la situación. Decir frases como “entiendo que estés enfadado, pero no puedes pegar” o “¿qué puedes hacer para solucionarlo?” fomenta la empatía y la responsabilidad emocional. De esta forma, los conflictos se transforman en una lección de convivencia y respeto mutuo. Los especialistas también sugieren evitar intervenir de inmediato ante cada desacuerdo menor, dando a los niños la oportunidad de negociar por sí mismos, siempre que no exista agresión física o verbal, para que desarrollen sus propias estrategias de resolución.
Fomentar la cooperación y la relación positiva
Más allá de resolver los conflictos, es esencial reforzar los momentos de unión. Promover actividades en equipo, juegos cooperativos y espacios donde los hermanos compartan tiempo sin competir favorece una relación más sana y equilibrada. Reconocer los gestos positivos entre ellos, como cuando se ayudan o comparten algo, refuerza la idea de que colaborar es más valioso que competir. Además, es importante que cada niño tenga su propio espacio y tiempo individual, tanto con los padres como en sus actividades, para evitar comparaciones y celos innecesarios. Este equilibrio entre lo compartido y lo individual permite que cada hijo se sienta valorado y respetado en su singularidad, fortaleciendo así su autoestima y reduciendo las tensiones cotidianas.
El papel del ejemplo y la comunicación familiar
Los niños aprenden observando, por lo que el ejemplo de los adultos es fundamental. Mostrar formas de diálogo respetuoso, pedir disculpas cuando sea necesario y resolver desacuerdos con empatía enseña, de manera práctica, cómo gestionar las diferencias. La comunicación abierta en familia también ayuda a prevenir tensiones: crear momentos para hablar de cómo se sienten y escuchar sin juzgar fortalece la confianza y la conexión emocional.
Educar para convivir mejor
En conclusión, las peleas entre hermanos no deben verse como un fracaso en la crianza, sino como una oportunidad educativa. Gestionarlas con paciencia, empatía y coherencia permite que los niños aprendan a resolver conflictos, respetar límites y fortalecer su vínculo afectivo. En un hogar donde se promueve el diálogo y la comprensión, las diferencias dejan de ser motivo de guerra para convertirse en una herramienta de crecimiento compartido, en la que cada hermano aprende que amar también implica saber convivir. A largo plazo, estas experiencias les enseñan habilidades sociales esenciales que les servirán toda la vida para construir relaciones más sanas, respetuosas y equilibradas.



