Así llegas a Sant Pere de Rodes en Girona: una excursión al monasterio que parece colgado entre el cielo y el mar

Entre montañas y con el Mediterráneo extendiéndose a sus pies, el monestir de Sant Pere de Rodes ofrece una de las experiencias más emocionantes de Cataluña: una caminata por senderos antiguos hasta un monasterio milenario que parece suspendido entre el cielo y el mar. Un lugar que no solo se visita, se vive.

Visitarlo es mucho más que una excursión cultural: es una experiencia sensorial.

José Miguel Cruz

Visitarlo es mucho más que una excursión cultural: es una experiencia sensorial.

José Miguel Cruz

Barcelona - Publicado el

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Hay lugares que no se olvidan, y el monestir de Sant Pere de Rodes es uno de ellos. Situado en pleno Parque Natural del Cap de Creus, sobre una colina que domina el Alt Empordà, este monasterio benedictino parece sacado de un sueño: muros de piedra dorada por el sol, ruinas que cuentan mil historias y unas vistas que te dejan sin respiración. 

Visitarlo es mucho más que una excursión cultural: es una experiencia sensorial. El viento de tramontana acaricia el camino, el olor a romero se mezcla con el de la sal del mar y cada paso te acerca a un lugar que ha visto pasar más de mil años de historia.

Con el tiempo, aquel pequeño refugio se convirtió en uno de los centros monásticos más poderosos del norte de Cataluña

José Miguel Cruz

Con el tiempo, aquel pequeño refugio se convirtió en uno de los centros monásticos más poderosos del norte de Cataluña

  La leyenda de los monjes y las reliquias  

El origen del monasterio se pierde entre mitos y documentos antiguos. Según la tradición, unos monjes que huían de Roma en el siglo IX llevaron consigo las reliquias de San Pedro y se refugiaron en este rincón salvaje, levantando aquí su monasterio. De ahí su nombre: Sant Pere de Rodes.

Con el tiempo, aquel pequeño refugio se convirtió en uno de los centros monásticos más poderosos del norte de Cataluña, especialmente entre los siglos XI y XII. Hoy, sus ruinas conservan el esplendor de aquella época: una iglesia románica majestuosa, un claustro que invita al silencio y una torre campanario que se alza como faro espiritual frente al mar. 

Visitarlo es mucho más que una excursión cultural: es una experiencia sensorial.

José Miguel Cruz

Visitarlo es mucho más que una excursión cultural: es una experiencia sensorial.

 Una excursión para disfrutar con los cinco sentidos  

Lo más bonito de Sant Pere de Rodes no es solo llegar, sino el camino. Hay varias rutas que conducen al monasterio, todas con paisajes espectaculares. La más conocida parte desde Port de la Selva, una subida de unos seis kilómetros que serpentea entre olivos, antiguos muros de piedra seca y el rumor constante del viento.

A medida que se asciende, el paisaje se abre: el mar brilla a lo lejos, las montañas del Cap de Creus se recortan en el horizonte y el monasterio empieza a aparecer entre la vegetación, como una promesa. También se puede acceder desde Vilajuïga, por una carretera panorámica que regala vistas inolvidables del Golfo de Roses.

Subas como subas, el premio es el mismo: un mirador natural donde el Mediterráneo parece infinito. 

 Entre historia y naturaleza  

El monasterio está perfectamente restaurado y gestionado, con visitas guiadas y exposiciones que permiten comprender su importancia histórica. Pero lo que realmente conquista al visitante es el ambiente: esa mezcla de espiritualidad, naturaleza y belleza que impregna cada rincón.

El silencio del claustro, el eco de los pasos sobre la piedra, las ventanas abiertas al mar… Todo invita a detenerse y respirar. Desde lo alto, se ve el pequeño Port de la Selva, el faro de s’Arenella y, si el día está despejado, incluso las cumbres del Canigó.

Muchos visitantes combinan la excursión con una visita al cercano castillo de Verdera, que corona la montaña justo encima del monasterio. Desde allí, la panorámica es, sin exagerar, una de las más impresionantes de toda Cataluña

Visitar Sant Pere de Rodes es, en el fondo, una forma de reconectar. Con la historia, con la naturaleza y con uno mismo.

José Miguel Cruz

Visitar Sant Pere de Rodes es, en el fondo, una forma de reconectar. Con la historia, con la naturaleza y con uno mismo.

 Cómo llegar y cuándo ir  

Para los menos aventureros, se puede llegar fácilmente en coche desde Vilajuïga o Port de la Selva, por una carretera estrecha pero bien asfaltada. Hay un aparcamiento a escasos metros del monasterio y un pequeño restaurante con vistas espectaculares.

Los meses ideales para visitarlo son primavera y otoño, cuando el clima es suave y los cielos están más claros. En verano el calor puede ser intenso, pero el encanto del lugar compensa cualquier esfuerzo. Y si vas al atardecer, verás cómo el sol tiñe de oro las piedras del monasterio: un espectáculo inolvidable. 

hay algo en ese monasterio que se queda dentro. Y cuando vuelves a ver el mar desde allí arriba, entiendes por qué los monjes eligieron este lugar para estar más cerca del cielo.

José Miguel Cruz

hay algo en ese monasterio que se queda dentro. Y cuando vuelves a ver el mar desde allí arriba, entiendes por qué los monjes eligieron este lugar para estar más cerca del cielo.

 Un viaje que se queda dentro  

Visitar Sant Pere de Rodes es, en el fondo, una forma de reconeectar. Con la historia, con la naturaleza y con uno mismo. Es un lugar que no necesita filtros ni grandes palabras: basta con llegar, mirar y dejarse llevar.

Quizás por eso, quienes lo descubren suelen repetir. Porque hay algo en ese monasterio que se queda dentro. Y cuando vuelves a ver el mar desde allí arriba, entiendes por qué los monjes eligieron este lugar para estar más cerca del cielo.

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