Este es el restaurante que tiene un salón dividido por la frontera de dos países: los clientes cambian de mesa para seguir bebiendo cuando en el otro lado es hora de cerrar la barra
Imagina un lugar donde la frontera entre dos países atraviesa restaurantes, salones e incluso tu propia cama, un rompecabezas geográfico que desafía la lógica en el corazón de Europa

Sergio Parra nos lleva al pueblo fronterizo más curioso de toda Europa
Barcelona - Publicado el
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En el corazón de Europa existe un lugar que parece sacado de un relato de ficción, un pueblo que en realidad son dos y donde la vida cotidiana desafía las convenciones de las fronteras internacionales. Hablamos de Baarle, una localidad que se divide en Baarle-Hertog, un conjunto de enclaves belgas dentro de los Países Bajos, y Baarle-Nassau, que pertenece a los Países Bajos.
Lo más sorprendente no es solo que dos naciones compartan un mismo espacio, sino la forma caótica y entrelazada en que lo hacen, creando un mosaico de nacionalidades que redefine lo que significa vivir en una zona fronteriza.
Un rompecabezas medieval en pleno siglo XXI
Para entender este lío geográfico, hay que viajar siglos atrás. El divulgador Sergio Parra explica que el origen se remonta a la Edad Media, cuando dos nobles se repartieron las tierras "así a lo loco". Con el paso del tiempo y el nacimiento de los estados nación, nadie se detuvo a simplificar este acuerdo.
El resultado es un mapa que parece "un borrón de tinta": 21 fragmentos de tierra belga están esparcidos por los Países Bajos y, para complicarlo aún más, dentro de estos hay siete minienclaves holandeses. Esta herencia histórica se ha mantenido intacta, convirtiendo a Baarle en un caso de estudio sobre la complejidad de las fronteras.
La complejidad se ve en algo tan cotidiano como repostar combustible. En función de la gasolinera del lugar del pueblo dónde lo hagas pagarás un precio u otro.
La vida en Baarle es un constante ir y venir entre dos países, a veces sin siquiera darse cuenta. Esta dualidad obliga a sus cerca de 60.000 habitantes a convivir con una doble infraestructura: el pueblo tiene dos ayuntamientos, dos departamentos de policía, dos cuerpos de bombero y hasta dos sistemas escolares.
Sin embargo, para facilitar el día a día, servicios básicos como el alcantarillado, el agua, el gas o la electricidad están unificados. La anécdota más curiosa, como señalan a los turistas, es que en algunos hoteles puedes dormir con la cabeza en un país y los pies en otro. De hecho, hay quien bromea con la idea: "si tú te acuestas en esta cama, tienes la cabeza en un país y las piernas en otro".

Imagen del ayuntamiento de Baarle
¿Y de qué país soy si mi casa está en la frontera?
Ante tal caos, han surgido normas de lo más pintorescas para resolver cuestiones administrativas. La más importante es la 'ley de la puerta principal': tu nacionalidad y, por tanto, el país al que pagas los impuestos, viene determinada por dónde está la puerta de entrada de tu casa.
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No importa si todo tu salón está en Bélgica; si la puerta cruza a Holanda por unos centímetros, eres legalmente holandés a efectos fiscales. Esta situación ha dado lugar a litigios surrealistas, como el de una persona a la que acusaron de contrabando por mover una botella de vino de su nevera, en un país, a su sofá, en otro.
La situación se resume en la increíble advertencia que se ha llegado a plantear: "si usted tiene la nevera en un país, coge un vino y se lo toma en el sofá, que está en otro país, eso es contrabando de alcohol".
Un destino turístico por su propia rareza
Aunque estas situaciones parezcan un dolor de cabeza, en la práctica, la vida en Baarle es mucho más relajada y se ha convertido en un imán para los turistas. El pueblo en sí es encantador, con el "típico pueblo europeo con fachadas muy pintorescas, muy arregladas, de colorines", pero con el añadido de poder cambiar de país a cada pocos pasos.
Los visitantes disfrutan buscando las marcas fronterizas, cruces blancas pintadas en el suelo, que señalan dónde termina un país y empieza el otro, a veces atravesando tiendas, cafeterías y restaurantes. Esta peculiaridad, que en su día fue un problema para el comercio, como cuando las cervezas belgas no podían pasar al lado holandés antes del espacio Schengen, hoy es su mayor atractivo.

Frontera al lado de una terraza
Los restaurantes son un claro ejemplo de esta locura organizada. En algunos de ellos, la frontera cruza directamente por el comedor, lo que significa que unas mesas tributan en Bélgica y otras en los Países Bajos. Esto también afecta a las leyes, como los horarios permitidos para servir alcohol.
No es raro ver a clientes cambiando de mesa (y de país) dentro del mismo local para poder seguir bebiendo cuando en el otro lado ya es la hora de cerrar la barra. Al final, Baarle ha hecho de su complejidad su principal seña de identidad, ofreciendo una experiencia única que demuestra que, a veces, la historia deja los mapas más fascinantes y divertidos que uno pueda imaginar.
Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.