El delicado baile de la ciencia: así es realmente cómo puede escapar un virus de un laboratorio

Aunque suene a película de Hollywood, los científicos llevan décadas estudiando cómo evitar que un virus se escape de un laboratorio. Pero ¿qué pasa cuando, pese a todas las precauciones, ocurre un fallo?

Los laboratorios que trabajan con virus peligrosos están diseñados como auténticas fortalezas.

Los laboratorios que trabajan con virus peligrosos están diseñados como auténticas fortalezas.

José Miguel Cruz

Barcelona - Publicado el

3 min lectura

Te contamos, con un lenguaje claro y cercano, cómo puede producirse una fuga accidental y por qué la seguridad es mucho más compleja de lo que imaginamos. 

 Un entorno donde nada puede fallar… pero a veces falla   

Los laboratorios que trabajan con virus peligrosos están diseñados como auténticas fortalezas. Puertas con cierres especiales, trajes que parecen sacados de una misión espacial, cámaras de presión y un sinfín de protocolos. Todo eso existe para que el virus no pueda abandonar el laboratorio ni por accidente ni por despiste. Pero incluso en los entornos más controlados, la variable humana sigue estando ahí. Y eso, sumado a la complejidad del propio trabajo, puede generar situaciones inesperadas.

La mayoría de fugas accidentales documentadas a lo largo de la historia no han sido fruto de grandes catástrofes, sino de pequeños errores acumulados: un gesto rutinario que se hace con prisa, un equipo que se revisa un día más tarde de lo que tocaba, una válvula que no cierra como debería o una muestra que se desecha sin el protocolo exacto. Son detalles casi invisibles, pero en un laboratorio de máxima seguridad, esos detalles lo son todo

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 Cuando una muestra microscópica se convierte en un riesgo real  

En muchos casos, una fuga comienza con algo tan pequeño que pasaría desapercibido para cualquier persona que no trabaje en ese entorno. Un tubo de ensayo con una muestra sin sellar del todo, una gota que queda en el guante después de manipular células infectadas o una superficie que no se desinfecta a fondo porque parece limpia. Lo que ocurre dentro de esos laboratorios es tan microscópico que basta un descuido mínimo para que un virus encuentre un camino hacia fuera.

A veces, el problema surge en los propios sistemas de ventilación. Los laboratorios funcionan con presiones de aire muy específicas que impiden que las partículas salgan al exterior. Si ese equilibrio se altera por una avería o un error humano, el aire puede desplazarse hacia donde no debería. Y en ese cambio imperceptible para el ojo humano puede viajar un virus

 El papel de los trabajadores: héroes, pero también vulnerables  

Quienes trabajan a diario en estos espacios son profesionales extremadamente formados. Saben que un fallo no solo pone en riesgo su salud, sino la de muchas otras personas. Pero incluso con toda esa preparación, el cansancio, el estrés o la repetición de tareas muy técnicas pueden abrir una grieta en la rutina.

Algunas de las fugas históricas se han producido cuando un trabajador resultó infectado sin darse cuenta. No porque actuara de manera irresponsable, sino porque algunas infecciones no presentan síntomas inmediatos. Esa persona, tras terminar su jornada, tomó el transporte público, saludó a un familiar o fue a comprar el pan. Y así, sin saberlo, el virus salió del laboratorio sin necesidad de romper ninguna barrera física. 

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 La tecnología ayuda, pero la seguridad total no existe  

Los laboratorios más avanzados del mundo han incorporado sensores, sistemas automáticos de cierre, controles digitales y protocolos cada vez más estrictos. Todo eso reduce enormemente el riesgo, pero ningún sistema es perfecto. La tecnología puede fallar, igual que fallan los aparatos domésticos. La diferencia es que aquí las consecuencias pueden ser mucho mayores.

Aun así, la comunidad científica insiste en que las fugas son extremadamente raras. Tan raras, que siguen siendo noticia cada vez que se produce una sospecha. Y lo son precisamente porque la seguridad funciona: la mayoría de laboratorios pasan años sin un solo incidente

 Un futuro donde la transparencia será clave  

Los expertos coinciden en algo: la mejor manera de evitar fugas y de mantener la confianza pública es apostar por la transparencia. Cuando los laboratorios explican cómo trabajan, qué protocolos siguen y qué medidas toman cuando algo no sale según lo previsto, la gente entiende mejor que la ciencia no es infalible, pero sí está diseñada para protegernos.

Hablar de fugas de laboratorio no es buscar teorías conspirativas, sino recordar que incluso los sistemas más avanzados necesitan revisión constante. Y que, en ese delicado equilibrio entre la investigación que salva vidas y los riesgos inevitables, la vigilancia y la honestidad son tan importantes como cualquier barrera física.

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