El peculiar retrato de Carlos V oculto tras un increíble juego de perspectiva: "Hay que ver desde un ángulo especial"
La catedral de Palencia conserva un retrato cuya técnica, el anamorfismo, se atribuye a Leonardo Da Vinci

Anamorfosis de Carlos V en la Catedral de Palencia
Palencia - Publicado el
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En un rincón silencioso de la majestuosa Catedral de Palencia, una obra casi inadvertida guarda una de las técnicas pictóricas y visuales más fascinantes del Renacimiento.
Se trata de una anamorfosis, una técnica pictórica basada en la distorsión óptica que solo revela su verdadera forma desde un ángulo específico. El protagonista de este retrato escondido no es otro que el emperador Carlos V, cuyo rostro aparece milagrosamente cuando se observa la pintura desde una mirilla lateral del marco. Esta obra, que podría pasar desapercibida para el visitante apresurado, forma parte de una serie de enigmas visuales que hablan tanto del arte como del poder en la Europa del siglo XVI. El retrato oculto de un emperador
Anamorfosis, recurso del Renacimiento y el Manierismo
La anamorfosis es una técnica artística que consiste en deformar intencionadamente una imagen para que solo pueda ser comprendida desde un punto de vista específico, normalmente lateral u oblicuo, o mediante el uso de espejos o dispositivos ópticos. A simple vista, la imagen parece una serie de formas alargadas, caóticas o abstractas, pero al observarla desde el ángulo adecuado —previamente calculado por el autor—, la figura cobra sentido y se revela con claridad. Este recurso visual, muy valorado en el arte del Renacimiento y el Manierismo, no solo servía para demostrar el dominio técnico del artista sobre la perspectiva, sino también para ocultar mensajes o retratos, cargándolos de misterio, ingenio y simbolismo.
Origen en Da VINCI
Para situar el origen de esta idea de perspectiva, debemos mirar a un genio adelantado a su tiempo en múltiples campos. Las primeras pruebas conocidas de anamorfosis se atribuyen a Leonardo da Vinci, aunque su autoría no está del todo confirmada.
En el folio 35 del Códice Atlántico, aparece un dibujo extremadamente deformado de una cara y un ojo, considerado por muchos especialistas como el primer ejemplo conservado de esta técnica. Además, según el tratado de Gian Paolo Lomazzo, su discípulo Francesco Melzi afirmaba que Leonardo había realizado otras anamorfosis, como un dibujo de un león y un dragón luchando —una alegoría del conflicto entre Milán y Venecia— y varias figuras de caballos creadas para el rey francés Francisco I. Aunque muchas de estas obras no han llegado hasta nuestros días, su mención revela que Leonardo no solo conocía la anamorfosis, sino que la exploró como parte de su investigación sobre la percepción visual, la perspectiva y los límites del arte figurativo.

Anamorfosis de Leonardo
ANAMORFOSIS DE UN EMPERADOR EN PALENCIA jungando con el marco
La anamorfosis de Carlos V que se encuentra en la Catedral de Palencia es un óleo sobre madera de unos 86 × 10 cm, aunque otras fuentes la sitúan en torno a los 99 × 10 cm. El marco, de unos 2,5 cm de anchura, no es un mero elemento decorativo: es parte integral de la obra y podría decirse fundamental. En su listón izquierdo, una pequeña mirilla permite ver, desde un ángulo muy concreto, lo que a simple vista parecen solo formas estiradas y sin sentido.
Mirado frontalmente, el cuadro muestra una serie de líneas alargadas sobre fondo oscuro, con apenas una cartela en trampantojo que reza: “imperator cæsar carolus. q.”. Pero al colocar el ojo en la mirilla, surge nítida la imagen del monarca: Carlos V, representado de tres cuartos, mirando a la derecha, con sombrero, camisa blanca, barba puntiaguda y bigote retorcido, tal como se estilaba en su época.
Esta imagen no es una extravagancia aislada. Como recuerda el profesor Manuel Pino León, autor del artículo “Las primeras anamorfosis y Carlos V” (Universitat de Barcelona, 2014), este tipo de retratos formaban parte de una iconografía muy elaborada en torno al emperador, que combinaba el poder, el saber y el misterio.
Carlos V no solo fue uno de los soberanos más poderosos del Renacimiento europeo, sino también un estratega de su propia imagen. La anamorfosis, en este sentido, no solo era un juego visual, sino un símbolo político: el verdadero rostro del imperio no estaba al alcance de todos, sino reservado a quienes sabían mirar desde la perspectiva correcta. Arte, ciencia y poder.
La de Palencia no es la única anamorfosis de Carlos V conservada en España. Como señala Pino León, existen al menos cinco ejemplos de este tipo en la Península. Dos de ellos están en Valladolid, en la sacristía de la iglesia de San Miguel y San Julián. Allí cuelgan frente a frente los retratos anamórficos del emperador y su esposa Isabel de Portugal.
Ambas piezas comparten formato (102 × 12 cm), técnica y estilo, lo que sugiere que fueron concebidas como pareja visual, enfrentándose como en un diálogo silencioso. A estos retratos se suman dos copias conservadas en el Museo de Santa Cruz, en Toledo.
La similitud entre los retratos de Valladolid y el de Palencia ha llevado a los estudiosos a pensar en un posible origen común, aunque la autoría permanece en el misterio. Algunos apuntan tímidamente a Lucas Cranach el Viejo, pintor alemán cercano al entorno imperial, como posible autor o fuente de inspiración. Sin embargo, no existen pruebas concluyentes. Lo que sí es claro es que estas obras llegaron a España de la mano del círculo cortesano de Carlos V, donde se valoraban tanto por su sofisticación técnica como por su valor simbólico.
En el caso de Carlos V, las anamorfosis no eran simples curiosidades. Como explica el historiador del arte Fernando Checa en su obra Carlos V. La imagen del poder en el Renacimiento, el emperador entendía el arte como un medio de construcción simbólica de su figura pública. Además de retratos canónicos que mostraban su autoridad y virtudes, la inclusión de retratos anamórficos revela un interés por la experimentación, el intelecto y los nuevos lenguajes visuales del Renacimiento tardío, que ya anticipaban el manierismo y su desconfianza en la realidad directa.
La serie ibérica de retratos anamórficos un arte apreciado bajo el nombre de Vexierbild, es decir, “imagen enigma” o “cuadro con secreto”. Su adopción en los círculos cortesanos tenía un evidente valor alegórico: el saber ver era sinónimo de sabiduría y legitimidad.
Pese a su rareza y su enorme interés histórico y artístico, la anamorfosis de Carlos V en Palencia sigue siendo una gran desconocida. No suele figurar en las rutas turísticas habituales y es fácil pasar junto a ella sin comprender su relevancia.
Lo más asombroso es quizás lo que representa esta imagen en el contexto actual: una advertencia silenciosa sobre la importancia de la mirada crítica. Como bien señala Pino León, el espectador que no sabe desde dónde mirar, no verá más que un conjunto de formas sin sentido. En cambio, quien se acerca con atención y curiosidad, descubre no solo el retrato de un emperador, sino una metáfora sobre la verdad, la percepción y el conocimiento. Un arte para iniciados.
La obra de la Catedral de Palencia, como sus hermanas en Valladolid y Toledo, nos recuerda que hubo un tiempo en que el arte no solo decoraba, sino que enseñaba a mirar. Y que incluso la imagen de un emperador podía esconderse en una ilusión, esperando a que alguien, siglos después, se asomara por la mirilla y viera más allá de las apariencias. Porque en el arte —como en la historia— la verdad rara vez se encuentra a simple vista.