El Camino de la segunda oportunidad: 230 reclusos peregrinan hacia Santiago para reconstruir sus vidas
Internos de 13 centros penitenciarios españoles recorren la ruta jacobea en un programa de reinserción que une el esfuerzo físico del peregrinaje con una profunda reflexión espiritual y personal

Personas privadas de libertad peregrinan por el Camino de Santiago
Burgos - Publicado el
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No son peregrinos al uso, pero su búsqueda es universal: la esperanza. Esta semana, 230 personas privadas de libertad han dejado temporalmente atrás los muros de 13 centros penitenciarios de toda España para calzarse las botas de peregrino y recorrer a pie un tramo del Camino de Santiago.
La iniciativa, organizada por la Pastoral Penitenciaria, representa uno de los programas de tratamiento más singulares del sistema español, fusionando el desgaste físico de la ruta con un intenso trabajo de introspección.

Personas privadas de libertad peregrinan por el Camino de Santiago
El objetivo, según sus impulsores, va más allá de lo deportivo o lo lúdico; se trata de un ejercicio de superación y resiliencia que sirva como metáfora y entrenamiento para la vida que les espera fuera de prisión. Esta experiencia busca plantar una semilla de cambio y demostrar que un futuro diferente es posible a través del esfuerzo y la reflexión.
Desde el centro penitenciario de Burgos, por ejemplo, ha partido una expedición de 18 personas: nueve internos, cuatro funcionarios de prisiones y cinco voluntarios. David Alonso, delegado de pastoral penitenciaria en la diócesis, quien les acompaña, explica que el foco del trabajo es "la esperanza del camino, lo que sirve también para el día a día". Esta composición de los grupos es clave, ya que la interacción entre internos, funcionarios y voluntarios en un entorno neutralizado, fuera de la jerarquía y la rutina del centro penitenciario, fomenta una convivencia horizontal.
Se crea un espacio donde los roles se difuminan y emerge la persona, una dinámica fundamental para reconstruir la confianza y las habilidades sociales de quienes han vivido largos periodos de aislamiento.

Camino de Santiago
Esta peregrinación se enmarca dentro de los esfuerzos del sistema penitenciario español por cumplir el mandato constitucional. El artículo 25.2 de la Constitución Española establece que las penas privativas de libertad estarán orientadas fundamentalmente a la reeducación y reinserción social.
Iniciativas como esta materializan ese principio, explorando vías alternativas al régimen ordinario. Según los últimos datos de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, a cierre de 2023 la población reclusa en España superaba las 47.000 personas. El gran reto del sistema no es solo la custodia, sino la reducción de las tasas de reincidencia, un objetivo para el cual los programas de tratamiento que abordan aspectos psicológicos, formativos y de valores resultan cruciales para preparar una transición exitosa a la vida en libertad.
Más allá de los muros
Durante estos días, la rutina es la misma para todos. Por la mañana, el grupo se integra en el pelotón de peregrinos que avanza por la ruta jacobea, compartiendo senda, esfuerzo y paisaje. Son uno más. Por la tarde, el foco cambia hacia el interior.
Los participantes se reúnen para llevar a cabo actividades de reflexión y dinámicas de grupo diseñadas para procesar la experiencia. La jornada culmina con la misa del peregrino, un momento que, según David Alonso, "en todos los pueblos donde pasamos, pues, es especial, y también es momento de encuentro con otros peregrinos". Esta dualidad permite a los internos no solo conectar con su propia espiritualidad o mundo interior, sino también resocializar en un entorno normalizado, interactuando con personas ajenas a su realidad cotidiana y recibiendo una acogida que refuerza su sentido de pertenencia.
La superación de poder subir una cuesta, la superación de verte que todavía estás fuerte para iniciar una nueva vida es algo que no voy a olvidar"
Interno del Centro Penitenciario de Burgos
En sus palabras resuena el eco de miles de peregrinos a lo largo de los siglos, pero adquiere una nueva dimensión en su contexto. Para una persona privada de libertad, la oportunidad de gestionar su propio tiempo, de caminar sin muros, de elegir con quién conversar y de enfrentarse al silencio y a sus propios pensamientos en un paisaje abierto, supone una ruptura radical con la monotonía y el control de la vida en prisión. Esta autonomía, aunque sea temporal y supervisada, es en sí misma una poderosa herramienta terapéutica, un ensayo fundamental para la autogestión que requerirá su futura vida en libertad. El Camino se convierte así en un campo de entrenamiento para el cuerpo, la mente y el espíritu.
La senda como terapia
El esfuerzo físico se revela como un catalizador para la fortaleza mental. Ramón, uno de los internos en la cárcel de Burgos, lo ve como una metáfora directa de su proceso personal: "La superación de poder subir una cuesta, la superación de verte que todavía estás fuerte para iniciar una nueva vida".
Este sentimiento de logro, de vencer una dificultad tangible como es una pendiente pronunciada, se transfiere directamente a la percepción de sus propias capacidades para afrontar los retos del futuro. Reconoce que el Camino le va a venir bien "a nivel personal y a nivel social", y sentencia que es "algo que no voy a olvidar". El peregrinaje funciona como una terapia de choque contra la desesperanza, demostrándoles de forma práctica que poseen la fuerza y la determinación necesarias para reescribir su propia historia personal y social.

Mojón del Camino Inglés en el Camino de Santiago
Aunque la Pastoral Penitenciaria tiene una raíz confesional, su labor y programas como este tienen un impacto que es reconocido desde una perspectiva laica y tratamental. Diversos estudios sobre programas de reinserción basados en la comunidad y en experiencias al aire libre han señalado su eficacia. Estas intervenciones sacan al individuo de un entorno criminógeno y lo sumergen en un contexto que promueve la responsabilidad, el trabajo en equipo y la resolución pacífica de conflictos. El Camino de Santiago, en este sentido, funciona como un entorno de aprendizaje experiencial único. La fatiga, las inclemencias del tiempo o la simple necesidad de orientarse obligan a los participantes a colaborar y a confiar en los demás, desarrollando competencias clave para su reintegración.
Da tiempo a todo, para cansarse, para descansarse, para hablar con la gente, para reflexionar y para encontrarse a uno mismo también"
Interno del Centro Penitenciario de Burgos
La implicación de funcionarios y voluntarios es otro de los pilares del éxito de esta iniciativa. En el grupo de Burgos, la proporción de casi un acompañante por cada interno (entre personal de prisiones y voluntarios) garantiza un apoyo individualizado y una supervisión cercana pero no invasiva. Los funcionarios, al participar fuera de su rol habitual, muestran una cara diferente de la institución, más humana y de acompañamiento, lo que puede ayudar a reducir la tradicional barrera de desconfianza. Por su parte, los voluntarios representan el puente con la sociedad civil, una sociedad que a menudo es percibida por los internos como hostil o prejuiciosa. Su presencia desinteresada es un potente mensaje de aceptación y de fe en la segunda oportunidad.
El eco de la esperanza
Al final, todo se resume en una búsqueda, como sintetiza el delegado de pastoral penitenciaria, David Alonso. El sentido último de la iniciativa es canalizar "esa búsqueda de libertad y esa búsqueda de la esperanza". No se trata de una libertad física, que sigue legalmente restringida, sino de una libertad interior que nace de la reconciliación con uno mismo y de la capacidad de proyectarse hacia un futuro con propósito. Es un peregrinaje que se realiza en dos niveles: el externo, a lo largo de los senderos de la ruta jacobea, y el interno, a través de los vericuetos de la propia conciencia. El objetivo final es que cada paso dado en el Camino sea un paso más cerca de la reinserción efectiva y de una vida plena y alejada del delito.
Esta peregrinación de 230 reclusos es mucho más que una simple anécdota. Es un reflejo de un modelo penitenciario que, sin renunciar a su función de custodia, busca activamente fórmulas para la transformación personal de quienes están bajo su responsabilidad. Desafía la percepción pública sobre la población reclusa y pone de relieve la compleja labor que realizan profesionales y voluntarios, a menudo de forma silenciosa, para reconstruir puentes entre la prisión y la sociedad. Para los participantes, cada ampolla, cada conversación con un extraño y cada atardecer en un albergue son piezas de un puzle que, esperan, componga una imagen de sí mismos renovada y esperanzadora al llegar a la plaza del Obradoiro. Un final de etapa que anhelan sea, en realidad, el principio de todo.
Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.