Un ciego con perro guía pide un taxi en Ávila y el gesto que tiene el taxista cuando se sube al coche le deja sin palabras: "Tenemos la obligación"
Este influencer se ha hecho muy popular por sus vídeos grabados con sus gafas en las que cuenta su vida cada día

La historia de Jonatan Armengol con este taxi en Ávila
Madrid - Publicado el
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Para muchas personas ciegas, cada trayecto en la ciudad es un pequeño desafío. Cruzar una calle, subir unas escaleras, entrar en una tienda o pedir un taxi son acciones cotidianas que, para ellas, implican confiar plenamente en que el entorno y las personas que lo habitan sean accesibles, comprensivos y respetuosos. Pero esa confianza no siempre es fácil de encontrar.
Especialmente cuando van acompañados por un perro guía, estos usuarios se enfrentan a prejuicios, negativas y malentendidos. En grandes ciudades como Madrid o Barcelona, hay taxistas que directamente se niegan a recoger a personas con perro, a pesar de que la ley obliga a aceptar animales de asistencia. Por eso, cuando la experiencia es positiva, merece ser contada.

Aunque parezca increíble, muchos taxistas se niegan a dejar entrar a perros guía en sus coches
LO QUE JONATAN PUDO VIVIR EN ÁVILA
El influencer Jonatan Armengol, invidente y usuario de perro guía, ha compartido en su cuenta de Instagram (@armengoljonatan) una vivencia reciente en Ávila que ha emocionado a miles de personas. "Cuando viajas solo y eres ciego, confiar no es una opción… es una necesidad", escribe. Por eso, al subirse a un taxi en una ciudad que no conoce, siempre va con la cámara encendida y la atención al máximo. Pero esta vez fue distinto.
"No fue un buen taxista… ¡fueron tres!", cuenta Armengol con entusiasmo. Desde el primer momento se sintió bien recibido, sin necesidad de explicar ni justificar nada. “Se notaba que no era la primera vez que trataban con personas ciegas”, relata. Y lo más impactante no fue el trato amable o la ayuda con la puerta, sino la naturalidad con la que todo sucedió.

Taxista limpia su coche en una parada de Gijón
Durante la conversación, uno de los taxistas abulenses le explica que en su ciudad están muy concienciados. “Aparte de nosotros, al invidente tenemos la obligación de…”, intenta explicar el conductor, antes de que Armengol le interrumpa con humor: “Sí, sí, pero en Madrid se hacen los locos, o los ciegos, o los sordos. No lo tengo claro”.
El taxista responde con una frase que resume perfectamente la actitud: “Tenemos la obligación”. No lo dice con resignación, sino con convicción, como quien entiende que su trabajo implica mucho más que conducir. Para él, ayudar a un pasajero con discapacidad no es un favor, sino parte de lo que se espera de un profesional del volante.
Desde el primer saludo, supe que estaba en buenas manos: amables, profesionales, y con una naturalidad al tratar con personas ciegas"
Persona invidente e influencer
LA DIFERENCIA CON LO QUE OCURRE EN OTRAS CIUDADES
Armengol compara su experiencia en Ávila con lo que suele vivir en otras ciudades. “En Valencia lo raro es que pare uno, en Madrid cada dos por tres me la lían con el perro…”, lamenta. Por eso, la tranquilidad que sintió en esta pequeña ciudad castellana le emociona. “Da absoluto gusto. No sabe usted la tranquilidad que me da saber que puedo parar un taxi y no voy a tener problemas”.

Una buena experiencia es muy importante a la hora de subirse a un taxi
En un momento del vídeo, se despide del conductor con palabras que lo dicen todo: “Ha sido un placerazo, espero que coincidamos más veces”. A lo que el taxista responde con sencillez: “Que tengas buen día, gracias a ti”. El tono de la conversación es cordial, natural, incluso cálido. No hay incomodidades, no hay tensiones. Solo dos personas que comparten un trayecto y se tratan con respeto.
El vídeo de Jonatan Armengol ha tenido una gran acogida en redes, no solo por el mensaje que transmite, sino porque invita a reflexionar sobre cómo debería ser el trato cotidiano hacia las personas con discapacidad. “¿Y si todos los trayectos fueran así? ¿Y si esta fuera la norma, y no la excepción?”, se pregunta en la descripción.
La experiencia en Ávila demuestra que no se necesita mucho para marcar la diferencia: un gesto, una actitud, una frase como "tenemos la obligación" dicha con orgullo. Es un recordatorio de que la empatía y la inclusión no son lujos, sino derechos.