Cuando se perdió el azúcar de Cuba y Filipinas... pero se empezó a fabricar con remolacha zaragozana

Aragón concentraba el 70% de la producción total de azúcar refinado en España a principios del S.XX

Azucarera de Aragón

AYUNTAMIENTO DE ZARAGOZA

Azucarera de Aragón

Anna Abad

Zaragoza - Publicado el

4 min lectura

La historia de la industria del azúcar de remolacha en Zaragoza está intrínsecamente ligada a un momento clave de la historia de España: la pérdida en 1898 de las islas de Cuba y Puerto Rico. Esta circunstancia obligó al país a buscar alternativas para el abastecimiento de azúcar, impulsando las primeras azucareras en el valle del Ebro y la vega de Granada.

En este contexto, la fundación en 1881 de la Granja Experimental Agrícola en Zaragoza, dirigida por Julio Otero y Manuel Rodríguez, fue fundamental para potenciar el cultivo de la remolacha en la región y sentar las bases de un potente sector industrial.

Imagen antigua de la Azucarera de Aragón

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Imagen antigua de la Azucarera de Aragón

El pistoletazo de salida lo dio en 1894 la Azucarera de Aragón, la primera factoría de este tipo, emplazada estratégicamente en el barrio del Arrabal. Con el tiempo, sería conocida popularmente como ‘La Vieja’. El éxito fue tan rotundo que, para 1926, la provincia de Zaragoza ya contaba con 12 fábricas y concentraba el 70% de la producción total de azúcar refinado en España, consolidándose como el epicentro de esta nueva y pujante industria.

La Azucarera de Aragón no solo fue la primera, sino también un referente de la industrialización en el noreste peninsular. Construida en el Camino de las Torrecillas junto a la línea del ferrocarril, su capacidad de producción superó todas las expectativas. El primer año ya molturaba 400 toneladas diarias, el doble de lo previsto, una cifra que alcanzó las 850 toneladas en la campaña 1929-30 y llegó al millar en los años cincuenta. En sus momentos de mayor apogeo, dio empleo a entre 500 y 600 obreros.

Guerra y monopolio en el sector del azúcar de la remolacha

El rápido crecimiento del sector trajo consigo un interés por proteger la producción y controlar el mercado. Con el objetivo de agrupar empresas, no saturar el mercado y limitar la competencia, en 1903 se creó la Sociedad General Azucarera de España (SGAE). Sin embargo, esta tendencia monopolística encontró una fuerte oposición en las llamadas azucareras ‘Libres’, que continuaron abriendo nuevas fábricas como la del Gállego (1905), la del Jalón en Épila (1908) o la de Luceni (1912).

El siglo XX fue un periodo de gran inestabilidad. Las constantes fluctuaciones económicas, el monopolio ejercido por la SGAE, la Ley Osma de 1907 —que prohibió crear nuevas fábricas durante tres años—, las guerras mundiales y, de forma decisiva, la Guerra Civil española, provocaron graves crisis en los años 1905, 1930 y 1950. Como consecuencia, gran parte de las factorías se vieron abocadas al cierre en estas fechas, como las del Rabal y una de Calatayud en 1905.

El ocaso de un gigante industrial

A las crisis económicas se sumó la aparición de cultivos de mayor rentabilidad, como los hortícolas, el maíz y la alfalfa, que terminaron por desplazar a la remolacha. La Azucarera de Luceni, fábrica madre del Grupo Ebro, cerró sus puertas en 1985, mientras que la de Alagón concluyó su actividad fabril en 1973, aunque mantuvo el estuchado de refinería hasta 1993. En la capital aragonesa, la del Pilar y la del Gállego desaparecieron en la primera mitad de los sesenta, y la pionera, ‘La Vieja’, lo hizo en 1968.

Otra de las principales azucareras de Aragón, ya abandonada, la de Calatayud

GOBIERNO DE ARAGÓN

Otra de las principales azucareras de Aragón, ya abandonada, la de Calatayud

De ruina industrial a foco de innovación

El declive de la fábrica decana de Aragón se hizo patente a principios de los sesenta, fruto de la competencia, los elevados costes y la necesidad de renovar una maquinaria ya vetusta. En su última campaña, la de 1967-68, sus instalaciones solo se usaron como báscula antes de enviar la remolacha a otras fábricas. Un año después, la SGAE decretó su cierre definitivo, poniendo fin a 75 años de historia.

Tras el cierre, sus instalaciones, almacenes y máquinas quedaron abandonados. De aquel coloso industrial han sobrevivido dos elementos icónicos: las dos chimeneas de 65 y 80 metros y la vivienda del director. A finales de los noventa, el Ayuntamiento de Zaragoza aprobó su derribo parcial, lo que generó un intenso debate entre vecinos, promotoras y la administración sobre su valor patrimonial.

Finalmente, el complejo fue catalogado como de ‘Interés Arquitectónico (A)’ en la Revisión del Plan General de Ordenación Urbana, obligando a conservar sus fachadas, volúmenes y columnas de fundición. Gracias a esta protección, el edificio ha experimentado un auténtico renacer. Desde 2011, las antiguas instalaciones albergan la sede de Zaragoza Activa, un centro público de cultura, formación y emprendimiento, y la biblioteca para jóvenes Cubit, transformando el pasado industrial del Arrabal en un futuro de innovación.

Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.

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