La alimentación del futuro se cocina en laboratorios: “La carne sin animales será la opción barata en los supermercados”

El horizonte de los 10.000 millones de habitantes en 2050 acelera la investigación en carne cultivada e impresiones 3D de alimentos, una revolución que ya despierta debate en el sector agroalimentario

Carne fabricada en laboratorio
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Fran Aísa, agrarista

Paola Bandrés

Jaca - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Lo que parecía ciencia ficción ya está a la vuelta de la esquina. La llamada alimentación del futuro apunta hacia laboratorios y biorreactores donde se cultivan células animales para producir filetes, hamburguesas o leche sin necesidad de criar ni sacrificar animales. Mientras las grandes compañías alimentarias invierten millones en estos desarrollos, voces del sector agroalimentario advierten que el cambio no está exento de riesgos ambientales, sanitarios y sociales.  

De la granja a la placa Petri  

El sector primario se enfrenta a un reto histórico. Con una población que alcanzará los 10.000 millones de personas a mediados de siglo, el sistema agroalimentario actual no bastará para garantizar la seguridad alimentaria. Como señala el agrarista Fran Aísa, “ya no se va a hablar de la ganadería intensiva ni de casi regadíos, sino que la alimentación se va a producir en un laboratorio, en una placa Petri. La carne sin animales y el pescado sin océanos serán parte de lo que encontremos en los lineales del futuro”.  

Empresas estadounidenses, israelíes y europeas ya están investigando y creando productos para sacar al mercado, desde hamburguesas cultivadas hasta filetes impresos en 3D. Según Aísa, “dentro de 10, 20 o 30 años vamos a tener de manera continua las carnes de laboratorio en los lineales de los supermercados”.

Promesas y advertencias  

La carne cultivada se presenta como alternativa para reducir la presión sobre tierras y aguas, minimizar la deforestación y evitar el sacrificio animal. También se defiende como una herramienta de soberanía alimentaria, al permitir una producción más localizada y menos dependiente del clima o de las cadenas logísticas globales. 

Pero no todo son ventajas. Investigaciones recientes de la Universidad de California en Davis alertan de que la huella de carbono de la carne de laboratorio puede ser hasta 25 veces mayor que la de la carne de vacuno tradicional si se mantiene la tecnología actual. En esa línea, Aísa advierte: “la sanidad se va a esforzar, porque los cambios de alimentación dan lugar a enfermedades nuevas”. La transición hacia una dieta basada en alimentos de laboratorio plantea también incertidumbres sobre la salud a largo plazo y sobre la capacidad de la medicina para dar respuesta a nuevos escenarios nutricionales.

Un futuro con dos velocidades  

Más allá del impacto ambiental o sanitario, el factor social preocupa especialmente. Aísa lo resume con contundencia: “solo van a poder acceder a una buena alimentación personas con un determinado nivel adquisitivo, porque la alimentación barata será la carne sin animales, los peces sin océanos y la leche sin ordeñas vacas lecheras”. La advertencia apunta a un riesgo evidente: que los productos frescos y naturales, propios de la dieta mediterránea, acaben reservados a las élites, mientras la mayoría consuma opciones industriales más asequibles. 

El contraste entre innovación tecnológica y acceso universal genera un debate que va más allá de la ciencia. La alimentación del futuro no solo dependerá de los avances en laboratorios, sino también de las políticas públicas y de la voluntad de preservar un modelo agroalimentario que combine lo mejor de la tradición con la innovación.

Entre la innovación y la tradición  

La historia de la alimentación muestra una evolución constante: del cazador-recolector al agricultor, del ganadero a la industria intensiva. Ahora el salto parece llevarnos a los biorreactores y a las impresoras 3D. Pero como recuerda Aísa, España y Aragón en particular cuentan con un recurso estratégico que no debe perderse de vista: “tenemos el agua, tenemos el sector agroalimentario y agroindustrial, tenemos la dieta mediterránea… y parece que nos lo tomamos a broma, pero es un regalo que debemos proteger”. 

En un momento en el que la industria global abre la puerta a una revolución alimentaria, la clave será garantizar que la innovación no sacrifique ni la salud, ni la sostenibilidad, ni la equidad. El futuro de lo que comemos se está decidiendo hoy, entre laboratorios, campos de cultivo y despachos políticos.

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