Este es el motivo por el que no deberías discutir con tu pareja después de las ocho de la tarde, según el terapeuta David Cercas

Discutir en pareja es inevitable, pero los expertos señalan que lo importante no es tanto evitar el choque como aprender a gestionarlo de manera que no dañe el amor ni desgaste la convivencia. Y, en este terreno, el horario importa más de lo que pensamos

Los errores que cometes al quejarte a tu pareja que dañan la relación (y cómo evitarlos)
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Mónica García

Málaga - Publicado el

4 min lectura

Quien diga que no discute con su pareja, estará mintiendo o conocerá las claves que prediga el  terapeuta David Cercas, experto en mediación familiar y relaciones de pareja. En una entrevista en COPE MÁS Málaga, Cercas lanza una advertencia clara: no conviene iniciar una discusión después de las ocho de la tarde. Según explica, “a partir de esa hora el cansancio acumulado del día, el estrés laboral y la falta de energía hacen que tengamos menos paciencia y menos capacidad de escuchar”. En lugar de resolver, las discusiones nocturnas suelen encender más la chispa del conflicto. Por eso recomienda esperar a un momento más propicio, cuando ambos estén descansados y con la mente despejada. 

El reloj también influye en la convivencia

El consejo del terapeuta no es casual ni caprichoso. Está apoyado en lo que la psicología denomina “fatiga decisoria”, la pérdida de recursos cognitivos a medida que avanza el día. “De noche estamos más irascibles, menos racionales y con menos tolerancia a la frustración”, recuerda David Cercas. Así, lo que podría ser una conversación tranquila a media mañana puede transformarse en una pelea encendida a última hora de la jornada. 

Las parejas que discuten de noche suelen repetir el mismo patrón: comienzan hablando de un detalle cotidiano y acaban sacando a relucir viejos reproches que parecían olvidados. “No es el tema lo que provoca la gran discusión, es el cansancio que nos hace perder la perspectiva”, subraya el entrevistado. 

La delgada línea entre la queja y el reproche

Más allá de los horarios, otro de los grandes errores que cometemos en pareja es confundir queja con reproche. Quejarse es legítimo y necesario: expresa una necesidad, un malestar o una petición concreta. El reproche, en cambio, se convierte en un ataque directo que hiere. El terapeuta lo resume así: “el problema no está en la queja, sino en cómo se formula. Cuando la queja se disfraza de reproche, la otra persona se siente atacada y responde defendiéndose”. El resultado es un círculo vicioso en el que nadie escucha y ambos pierden. 

Palabras que hieren más que un grito

Expresiones como “siempre” o “nunca” son auténticas bombas en una discusión. “Siempre llegas tarde”, “nunca me escuchas”… frases que borran de un plumazo todas las ocasiones en las que sí hubo puntualidad o atención. Cercas advierte: “cuando generalizamos, estamos siendo injustos. Lo recomendable es hablar de un hecho concreto, porque el otro puede asumirlo y corregirlo; en cambio, si le decimos que nunca hace algo bien, lo único que logramos es que se bloquee”. 

El error de callar demasiado

Tan peligroso como discutir a deshoras o generalizar es acumular las quejas sin expresarlas. Muchas personas optan por el silencio para evitar conflictos, pero esa estrategia rara vez funciona. “El problema no es la gota, sino el vaso lleno. Callar durante semanas solo garantiza que un día todo saldrá de golpe y de la peor manera”, explica Cercas. Hablar en el momento adecuado, de manera serena y concreta, evita que las pequeñas tensiones se conviertan en grandes tormentas. 

El lenguaje no verbal también discute

No todo está en las palabras. La comunicación de pareja se apoya tanto en el lenguaje verbal como en el corporal. Un gesto de desprecio, una mirada irónica o un tono sarcástico pueden arruinar cualquier intento de diálogo. Cercas insiste en esta idea: “aunque creamos que hemos elegido las palabras correctas, si nuestro cuerpo transmite rabia o desprecio, el mensaje queda anulado. El otro no escucha lo que decimos, sino lo que proyectamos”. 

Cómo quejarse sin herir

La buena noticia es que existen estrategias sencillas para transformar las quejas en conversaciones constructivas. La primera es hablar en primera persona: “no es lo mismo decir ‘me siento incómodo cuando sucede esto’ que acusar con un ‘tú haces que me sienta mal’”. Esa pequeña diferencia cambia radicalmente la percepción del otro. La segunda es centrarse en hechos concretos y no en rasgos de personalidad. Y, por último, acompañar la queja de una propuesta de solución. “Decir lo que no nos gusta está bien, pero mucho mejor es añadir cómo nos gustaría que fuera. De esa manera, dejamos de señalar el fallo y abrimos un camino hacia el cambio”, propone Cercas en los micrófonos de COPE

Imagen de archivo

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La queja como oportunidad de crecimiento

Lejos de ser una amenaza, la queja puede convertirse en una herramienta para fortalecer el vínculo. “Cada queja bien formulada es una oportunidad para ajustar y mejorar la relación”, asegura el terapeuta. La conclusión de Cercas es clara: discutir no es el problema, herir sí lo es. Elegir la hora adecuada, cuidar las palabras, vigilar el tono y no acumular silencios son pasos sencillos que pueden cambiar por completo la dinámica de pareja. Y, sobre todo, recordar el consejo más práctico y realista: si la conversación tiene pinta de convertirse en discusión, mejor esperar al día siguiente. Después de las ocho de la tarde, nada bueno empieza en una pareja. 

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