Ernesto Medina celebra la anhelada lluvia en Jaén con sus 'Divinas Palabras'
El columnista dedica su columna semanal en COPE a una poética descripción de la llegada del agua a la capital, mezclando nostalgia y esperanza

Las divinas palabras de Ernesto Medina
Jaén - Publicado el
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El columnista Ernesto Medina ha dedicado sus "Divinas Palabras" de esta semana en la Cadena COPE a celebrar la llegada de la lluvia a Jaén. En su texto, describe una atmósfera de júbilo colectivo, con ciudadanos saliendo a los balcones "para recibir en la cara la lluvia, como si fuésemos "tuarejs en el desierto del Sáhara"".
Una lluvia de sensaciones y recuerdos
La pieza de Medina está cargada de imágenes poéticas, como la de un agricultor que "se duchó con el gel que goteaban las hojas plateadas" de un olivo. También evoca el "aroma de los niños pequeños que salen con el calor de la escuela en las mejillas" o la estampa de los camareros apostados a las puertas de sus locales, más pendientes del cielo que de su trabajo.
La narración transporta también a la nostalgia, recordando los partidos del "Real Jaén" bajo el agua. En su infancia, las gotas "brillaban amarillas queriendo gritar gol, olé, como si fueran los alamares de un torero recién lavados por el haz de las torres de iluminación".
Ha llovido y huele a limpio y a esperanza""
La esperanza que trae el agua
Medina también se detiene en las conversaciones de los mayores en la "Plaza de Santa María", quienes, sentenciosos, afirman que "aunque ya no llueve como antes, las chominás esas del "calentamiento global y el cambio climático", que al final hay que joderse, van a ser verdad".
A pesar de las quejas por la ropa tendida o el coche recién lavado, el autor subraya el efecto purificador del agua: "los corazones se limpian". En su columna, describe cómo "los relámpagos por Jabalcuz redoblan tambores de marcha triunfal" mientras la ciudad recupera un olor especial. Como resume en una de sus frases, "ha llovido y huele a limpio y a esperanza".
El artículo concluye ligando el fenómeno meteorológico a las tradiciones locales, pues "los chatos de vino casan bien con las migas en las tabernas de "San Ildefonso"". Finalmente, los charcos se convierten en un "símbolo de la infancia de una ciudad que mira al cielo pidiendo agua y tantas promesas incumplidas".



