"El Dintel": ¿Qué expresa el crucero de la catedral de Córdoba?

El crucero catedralicio no se identifica con un centro meramente espacial, sino que ejerce como tal en función del uso litúrgico

¿Qué expresa el crucero de la catedral de Córdoba?

Redacción COPE Córdoba

Córdoba - Publicado el

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Las palabras “crucero” y “transepto” a veces se utilizan indistintamente para referirse al mismo espacio. Pero hay que precisar: “crucero” es el espacio central en el que se cruzan perpendicularmente las naves principales de la catedral, que generalmente son de igual altura y anchura. Sin embargo, el “transepto”, al que se identifica con los brazos del crucero, es la nave transversal al eje principal de la catedral, una especie de patibulum, es decir, el travesaño horizontal de la cruz.

Los seres humanos tendemos a buscar el centro de un espacio. Las antiguas creencias de que el mundo estaba centrado conducían a la localización del eje del mundo, axis mundi que se buscaba en lugares simbólicos concretos como montañas, árboles, torres o escaleras. Este concepto está presente en la arquitectura religiosa, y especialmente en la catedral, centro en el que convergen el resto de iglesias de la diócesis. Cielo y tierra encuentran un punto de unión en una línea vertical marcada por las grandes cúpulas o cimborrios luminosos de los cruceros que parecen abrirse al cielo. El contrapunto será la línea horizontal, el transepto, relacionado con el entorno terrestre y comunitario del ser humano.

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El Dintel: ¿Qué expresa el crucero de la catedral de Córdoba?

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El crucero catedralicio no se identifica con un centro meramente espacial, sino que ejerce como tal en función del uso litúrgico. Actúa como frontera, como lugar común compartido por fieles y presbíteros. Ofrece un espacio de encuentro.

Centrándonos ahora en el crucero de la catedral de Córdoba, hay que comenzar la historia en el año 1236, cuando la antigua mezquita de Córdoba recupera su primitiva condición de iglesia cristiana. Al principio, en su interior sólo se construyeron algunas capillas funerarias de grandes familias locales que deseaban enterrarse en su catedral, estableciendo la capilla mayor bajo el lucernario de Al-Hakam II. La primera intervención cristiana importante sobre el edificio tiene lugar en 1486, durante el episcopado de Don Iñigo Manrique (hombre cultísimo que encargó el primer misal impreso de Córdoba). Se sustituyeron las tres naves califales por una nave gótica configurando la capilla de Villaviciosa, que ya estaba cubierta desde el siglo XIII por pinturas murales de santos y reyes de estética italianizante (los contactos con Italia eran lógica consecuencia de las relaciones pontificias).

¿Qué expresa el crucero de la catedral de Córdoba?

Pronto será necesaria una construcción más ambiciosa. La edificación de la nueva capilla mayor y crucero se convierte en signo de la vinculación con la cultura latina clásica y con Occidente. Hay que situarse en la situación sociopolítica que se vive en el s. XVI, tras la caída de Constantinopla en 1453 y la amenaza turca. Debía resultar muy extraño celebrar la Eucaristía en un edificio con apariencia de mezquita. La nueva construcción pretendía mostrar el triunfo de la fe sobre el Islam, cuanto más al recuperar un espacio que había pertenecido a una basílica cristiana.

La decisión de construir el crucero y la capilla mayor es signo de la vinculación con la cultura latina clásica y el Occidente en general. Lejos de ser un ejemplo de barbarie, supone una decisión de modernizarse y occidentalizarse, una muestra de auténtica vanguardia; al tiempo que manifiesta un respeto sorprendente a la fábrica islámica. Lo habitual entonces era la demolición de la mezquita precedente, al igual que en el s. VIII Abderramán I destruyó la basílica de San Vicente para edificar sobre ella la mezquita cordobesa. Sin embargo, los arquitectos renacentistas trataron con exquisito respeto la construcción islámica. Al mismo tiempo, eran conscientes de las necesidades litúrgicas de la asamblea cristiana, y supieron generar un espacio sagrado donde se hiciese visible la presencia de Cristo. Fueron capaces de proteger el legado y al mismo tiempo adaptarlo a los nuevos requerimientos.

Las obras del crucero, vinculado a la capilla mayor y el coro, se desarrollan entre 1523 y 1607. El obispo Alonso Manrique emprende la tarea de la mano de Hernán Ruiz I, en medio de una gran polémica entre el cabildo municipal y el catedralicio, ya que aquel quería impedir la reforma, apoyado por algunos caballeros que temían que sus capillas quedaran relegadas a un espacio secundario. Pero el rey Carlos V resolvió a favor de la edificación.

El maestro mayor diseñó una solución que insertaba en el centro del recinto una nueva fábrica de planta cruciforme, con crucero muy destacado, precedido de una especie de nártex y rematado por otra nave en la cabecera. El simbolismo de la ubicación de la cruz en el corazón de la antigua mezquita era evidente.

Durante el episcopado de Leopoldo de Austria (1541-57), bajo la dirección de Hernán Ruiz II, se completan los brazos del crucero, levantando sus muros, y comenzando a edificar las bóvedas. Su peso hace que la estructura se resienta; se impone la colocación de contrafuertes y arbotantes en las esquinas del crucero, reforzados con arcos. La construcción gótica y renacentista se funde con la islámica en un bellísimo diálogo arquitectónico. En el crucero las filigranas góticas se superponen a las arcadas califales.

Tras una larga detención de las obras, el obispo Francisco de Reinoso decide continuarlas en 1597 contando con Juan de Ochoa, quien realiza la impresionante bóveda oval del crucero, de aire manierista. Francisco Gutiérrez Garrido la decora con un programa contrarreformista, ubicando a los Evangelistas en las pechinas, acompañados de los ocho Padres de la Iglesia, coronado por la Trinidad.

Con la construcción del crucero de la Catedral de Córdoba se consigue crear un espacio asambleario en medio de un bosque de columnas que, además, permite a los fieles converger hacia un punto de mira común. En la mezquita no había sido necesario este punto focal porque era ajeno a la práctica islámica; sin embargo, la asamblea cristiana se dirige comunitariamente hacia el altar, ordenando todo el espacio en torno a un eje axial. Además, en torno a este amplio espacio se desarrollaban frecuentes procesiones catedralicias y era imprescindible generar un espacio que facilitase un tránsito fluido de fieles.

Otro elemento sorprendente del crucero cordobés es la estudiada presencia de la luz. Frente a la penumbra propia de la arquitectura islámica, la luz penetra como un potente foco en el crucero, sin duda de un modo simbólico, haciendo presente a Cristo, Luz del mundo. Pero también para favorecer el culto, especialmente en el coro, cuyo uso implicaba muchas horas de celebraciones, canto, rezo y lectura, que reclamaban buena luz natural. Para enfatizar el deslumbrante efecto, los vitrales son blancos.

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