Cientos de años combatiendo el calor en verano: estos son los cuatro trucos de las abuelas con los que puedes tener tu casa fresca

Cuando el calor aprieta, no siempre hace falta recurrir al aire acondicionado. Muchos trucos de toda la vida, heredados de nuestras abuelas, siguen funcionando. Son sencillos, baratos y muy eficaces

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Redacción digital

Madrid - Publicado el

4 min lectura

Llega el verano, y con él, el calor que se cuela por cada rincón de casa. Cuando el sol aprieta y no corre ni una pizca de aire, la idea de poner el aire acondicionado suena tentadora, pero no siempre es posible. Ya sea por el precio de la luz, por temas de salud o simplemente porque no lo tienes instalado, muchas personas buscan formas de mantener su hogar fresco sin depender de aparatos eléctricos.

Y aquí es donde entran en juego los famosos trucos de las abuelas. Esos que se han ido transmitiendo de generación en generación, que parecen sacados de otro tiempo, pero que, cuando los pruebas, funcionan. Porque sí: antes no había aire acondicionado y aun así las casas no eran hornos. ¿Cómo lo hacían? Con ingenio, observación y mucha práctica.

Desde cerrar las persianas en las horas clave hasta colocar un barreño con agua y sal delante del ventilador, hay pequeños gestos que pueden ayudarte a bajar unos grados la temperatura de casa sin gastar ni un céntimo. Y no es casualidad: muchos de estos trucos tienen siglos de historia y han sido utilizados en distintas culturas para hacer frente al calor sin electricidad.

BAJAR LAS PERSIANAS

El primer truco para mantener la casa fresca es tan básico como efectivo: evitar que entre el sol. Bajar las persianas en las horas de más calor, echar los toldos si los tienes, y reducir al máximo la entrada de luz directa son gestos que se han hecho toda la vida en España, sobre todo en zonas cálidas. Y no es casualidad: menos luz, menos calor.

Este truco no es nuevo ni mucho menos. Ya lo aplicaban civilizaciones antiguas en climas extremos. Un ejemplo claro lo encontramos en Marruecos, donde los tradicionales riads están construidos en torno a patios interiores y sin apenas ventanas al exterior. 

Así logran mantener las habitaciones frescas, incluso cuando fuera los termómetros superan los 40 grados. Limitar la luz en espacios como los dormitorios puede marcar una gran diferencia en días de calor sofocante.

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USO DE CORRIENTES de AIRE

Si hay un gesto que repiten cada verano miles de hogares en España, especialmente en las zonas más calurosas, es abrir bien las ventanas a primera hora de la mañana o al caer la tarde. El objetivo es sencillo: crear corrientes de aire que arrastren el calor acumulado durante el día y dejen entrar el fresquito del exterior. Es una costumbre de toda la vida que sigue funcionando como el primer día, y que puede marcar la diferencia entre pasar una noche agobiante… o dormir a gusto.

Este truco de aprovechar las corrientes no es algo nuevo: lleva siglos usándose en muchas culturas. Un ejemplo muy llamativo son los captadores de viento iraníes, unas chimeneas altas y decoradas con aberturas por varios lados, pensadas precisamente para canalizar el aire fresco al interior de las casas. 

También están los pozos de luz que se construían en muchos edificios tradicionales de China ya en el siglo XIV. Su diseño permitía que entrara aire fresco por abajo y saliera el caliente por arriba, creando una ventilación natural muy eficaz. 

EL COLOR BLANCO  

Pintar las fachadas de blanco con cal es un recurso clásico para mantener las casas más frescas. Es una solución muy típica en muchos pueblos del sur de España, donde el blanco ayuda a reflejar los rayos del sol y reduce el calor en el interior.

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Aunque no todos pueden permitirse pintar su casa entera, hay pequeños gestos que pueden tener un efecto similar, como cambiar las cortinas gruesas de invierno por visillos finos y claros. Las telas blancas no solo dejan pasar la luz sin recargar la casa, sino que también ayudan a reflejar el calor hacia fuera.

EL USO DEL AGUA Y LA VEGETACIÓN    

Además de las corrientes de aire, hay otros trucos caseros que pueden ayudar a refrescar el ambiente. Uno de ellos, menos conocido, pero muy útil, consiste en colocar un barreño con agua y hielo frente a una ventana abierta o un ventilador. Si se le añade sal al agua, el hielo se derretirá más rápido y la corriente moverá ese aire más frío por toda la habitación. Es una forma sencilla de crear una especie de "aire acondicionado casero" sin gastar energía.

En esa misma línea, otros gestos que pueden marcar la diferencia son fregar el suelo con agua fría a primera hora del día o al atardecer, o rociar con agua las plantas de interior. Son detalles que ayudan a bajar la temperatura dentro de casa y, aunque parezcan pequeños, suman mucho cuando se combinan entre sí.

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Y aunque ahora nos parezca moderno, lo cierto es que ya los romanos más pudientes en zonas cálidas, como Hispania, ideaban sistemas para combatir el calor. En algunas excavaciones arqueológicas se han encontrado pozos donde almacenaban hielo durante el verano, normalmente ubicados en los patios. 

Ese hielo se utilizaba tanto para consumo como para enfriar las viviendas, mediante canalizaciones que hacían circular el agua derretida por las paredes. Un invento sorprendente y muy ingenioso para su época.

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