El festejo, que se celebró a puerta cerrada, fue una clase práctica con la que se desarrolló la IX edición del certamen sin picadores Juan Pedro de Luna, el que fuera cirujano jefe de la plaza de toros de Málaga durante 50 años, y en él actuaron tres alumnos de la escuela taurina de la capital de la Costa del Sol, con el matador de toros local, Fernando Rey, como director de lidia.

El espectáculo ha sido retransmitido en directo por las cámaras de la televisión 101tv y a través de la web taurina "Mundotoro.com".

La tarde tuvo cosas buenas por parte de los aspirantes a toreros, y otras no tanto, como el percance que sufrió Cayetano López, lo que obligó a su compañero de escuela, Julio Alguiar, a lidiar dos novillos.

Alguiar obtuvo actuaciones desiguales frente a sus dos oponentes. Frente a su primero anduvo a menor nivel, también porque el novillo, de Casa de los Toreros, que echó un encierro de desigual comportamiento, apenas se prestó. Pero con el otro sí logró pases de gran relevancia sobre ambas manos con la muleta.

Cayetano López no pudo hacer absolutamente nada, al sufrir una tremenda voltereta mientras toreaba de capote al segundo novillo, a la postre, el mejor de todo el envío por bravo y codicioso. El joven malagueño sufrió un fuerte traumatismo craneoencefálico y, tras pasar a la enfermería, tuvo que ser trasladado a un centro sanitario para ser sometido a diversas pruebas.

Y Manuel Martínez, que hacía su debut (sin público), mostró muchas ganas y, algo aún mejor, muy buen gusto durante la faena de muleta al tercer novillo, al que toreo con mucho temple y profundidad.

El matador de toros Fernando Rey estuvo a la altura del cuarto novillo de la clase práctica al que le hizo las cosas muy bien con la muleta, sintiéndose y bajando mucho la mano.

A pesar de que a los cuatro novillos se les banderilleó y se les dio muerte, no hubo, en cambio, corte de orejas, evidentemente por la falta de público en los tendidos, pero, a falta de trofeos, la sensación y la buen noticia es que Málaga ha sido testigo del primer espectáculo taurino tras las crisis sanitaria del COVID-19, por cuyas víctimas se guardó un minuto de silencio tras el paseíllo.