5ª ALFARERO DE ORO

Una encastada y vibrante novillada de Cuadri para cerrar el Alfarero de Villaseca

Ovaciones para Joao D'Alva y Miguel Andrades. El salmantino Jesús de la Calzada, lesionado en un hombro.

Joao D'Alva ante el bravo primero de Cuadri en Villaseca de la Sagra

J.L. Cárdenas

Joao D'Alva ante el bravo primero de Cuadri en Villaseca de la Sagra

Sixto Naranjo Sanchidrian

Publicado el - Actualizado

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Se aplaudió de salida la hondura y el cuajo que trajo el primer novillo de Cuadri, un ejemplar completo en todos los tercios y cuya embestida reunió encastada nobleza, humillación y fijeza. Joao D’Alva puso voluntad también en todos los tercios aunque no siempre aprovechó las cualidades del novillo. Mejor cuando dio distancia al ejemplar y le dejó desarrollar todas sus cualidades. La estocada viajó muy atravesada e hizo guardia por un costado y además necesitó de un golpe de verduguillo. La ovación más fuerte y merecida se la llevó el novillo de Cuadri camino del desolladero con las orejas puestas.

El cuarto fue otro novillo que embistió con buen aire y que respondía más y mejor cuanto más espacios había entre él y el engaño. Algo que el portugués, que se había de inicio a portagayola, no siempre acertó a la hora de plantear faena. Saludo una ovación como premio al conjunto.

El segundo del hierro onubense resultó un animal que hizo sonar el estribo en varas y después se dejó en la muleta. Bien es verdad que siempre fue mejor en primera mitad de su embestida que en la segunda, donde tendía a desentenderse del engaño. El salmantino Jesús de la Calzada firmó un trasteo de largo metraje en el que dijo muy poco. La estocada cayó pescuecera.

El segundo novillo de su lote fue un toro con toda la barbas largo como un tren, alto y rematado le mirases por donde le mirases. En el último tercio se desplazó con vibrante emoción. El salmantino dejó momentos templados y mandones en la primera parte de la faena. Pero después terminó amontonándose en un final a menos. Una estocada casi entera algo atravesada y perpendicular tuvo que se refrendada con el descabello. Ahi llegó el momento de mayor peligro cuando en un arreón el novillo lanzó por los aires a Jesús, cayendo sobre el brazo derecho sacándole el hombro. Visiblemente dolorido fue conducido hasta al enfermería antes de que D’Alva estuviese a punto de correr la misma suerte cuando también intentó utilizar el verduguillo.

Contrastaba la gran alzada del tercero de Cuadri con la estatura de Miguel Andrades, que puso banderillas con decisión y desigual acierto. El utrero sacó temperamento y humilladas embestidas por el pitón derecho. El gaditano, después de una entonada tanda, no terminó de cogerle el punto en las siguientes series y se fue pronto a por la espada sin terminar de apurar al novillo. Se le fue la mano a los blandos con la espada.

El sexto fue un novillo difícil de banderillear. Manso, pero con fondo encastado, se guardaba toda su fuerza dentro. Andrades tuvo mucho mérito ante este animal. Banderilleó con facultades y se dobló poderoso en el inicio de faena. Incluso ligó una tanda muy meritoria en redondo. Se ovacionó su disposición.