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Emilio de Justo y su idilio vallisoletano
El cacereño corta tres orejas a un notable lote de Cuvillo. Morante pasó de puntillas y Juan Ortega dejó destellos sin remate.

Emilio de Justo, en su salida a hombros este sábado en Valladolid
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Morante, temple y enjundia en el saludo capotero al primero de su lote. Fue dos veces al caballo al relance, sin fuerzas. Bien lidiado por el de La Puebla y João Ferreira.
Comienzo por estatuarios en las rayas del tercio. Tuvo celo el de Núñez del Cuvillo, pero adoleció de esa fuerza tan necesaria para entregarse. Además, presentaba el defecto de salir siempre con la cara a media altura. Sin raza, soltó la cara a la salida del muletazo. Al final, media estocada arriba. Recogió una ovación, justa. En el que hizo 4º se entregó en el saludo con el capote en el tercio. Sin más en el caballo. Ayudados por alto para sacarse el toro a los medios... y se acabó. No lo vio y apenas le quitó las moscas. Lo despachó con media estocada y un descabello.
Emilio de Justo continúa con su idilio vallisoletano. Verónicas justas y acompasadas para recibir al primero de su lote. Un puyazo intentando quitarse la cruceta.
De Justo enseñó los caminos a este de Núñez del Cuvillo. La raza hacía que acompañara siempre los vuelos de la muleta. Tiempo entre series y, sobre todo, la distancia que pedía el animal. Galopó también por el pitón izquierdo, aunque el extremeño no terminó de confiarse. Un toro con mucha clase. Epílogo por bernadinas muy jaleadas. Estocada trasera y dos orejas.
En el quintoº, otro toro más que potable de la divisa gaditana. Sin más con el capote en los primeros lances. Acudió de largo al caballo, recibiendo un picotazo en todo lo alto. Chicuelinas en el quite, abrochadas por una media con sabor. Extraordinario en la lidia Abraham Neiro. Brindó al público y el extremeño entendió que se llevaba el lote de la tarde. Otro del Cuvillo que galopaba y cogía la muleta como si al otro lado de la franela estuviera el paraíso. Al natural pedía menos distancia y se sentía más podido. Ese recurso del toreo de derechas sin estoque —que no a todos los aficionados gusta— fue el final de la faena. Toro y torero fueron a menos. Estocada trasera y desprendida.
Juan Ortega, como nos tiene acostumbrados, brilló con el capote. Temple ante este que hizo 3º, con menos cara y ese goterón de Núñez que tienen los de Cuvillo. Hizo sonar el estribo en el caballo, antes del quite por verónicas templadas, rematadas con una media sin final. Brindó al público. El comienzo por bajo, sacándose al toro a los medios, fue de otra galaxia. Muy obligado en los inicios, le costó el acople en las primeras series con la derecha. La distancia fue clave para hacerlo entrar en entendederas: un toro con la codicia del que sabe lo que se deja atrás. Lo puso todo el sevillano al natural, sin más. Dos pinchazos antes de una estocada caída.
El que cerraba el festejo recibió un puyazo en el caballo que guardaba la puerta, sin más historia.Inició la faena en los terrenos del 8 por bajo. El toro, sin apuntar la mejor de las maneras, tenía la virtud de la fijeza, pero escaso poder. Siempre reponía por este defecto. Lo intentó todo de su parte, pero cuando el saco está vacío es muy difícil dar de comer a una plaza que hoy llenaba los tendidos a rebosar. Mal con la espada.