TOROS FERIA OTOÑO
Dos toros de claro triunfo quedan ocultos entre otro vacío artístico en Madrid
Paco Aguado
Publicado el - Actualizado
3 min lectura
Paco Aguado
El buen juego de dos toros de templada y dulce calidad de El Pilar, que no aprovechó Damián Castaño, quedó hoy oculto entre el vacío artístico de otra deslucida corrida en la Feria de Otoño de Madrid.
En el balance final, en tanto que los dos últimos ejemplares fueron, además de los peor presentados, los más deslucidos del encierro salmantino, esos dos toros destacados entraron en la tabla rasa que, de ganado y toreros, hizo el desencantado público que casi llenó los tendidos.
Pero, en justicia hay que resaltar lo que ambos le ofrecieron al diestro salmantino, que entró en el cartel, de manera un tanto sorprendente, en sustitución del lesionado Daniel Luque, y que finalmente no llegó a sacarles el mínimo partido por una palpable falta de apuesta para hacer el toreo de temple y asiento.
El primero de la tarde ya mostró su entregada y suave forma de embestir en el capote de Juan Ortega, en un ralentizado quite por verónicas que fue uno de los contados momentos brillantes de la tarde y en el que aplicó justamente lo que el toro pedía: esperar a que el animal tomara el engaño hasta el último momento.
Y eso fue precisamente lo que no logró Castaño con la muleta, que, tal vez acostumbrado a desarrollar un concepto muy distinto en las corridas duras que esta acostumbrado a matar, le movió el engaño con ligereza y con un trazo muy corto, lo que no le valió para paladear tan dulces embestidas.
Además, el de Salamanca cortó faena demasiado pronto, como si hubiera gastado las ideas y la decisión necesarias en su breve y fallido intento por acoplarse, exactamente igual que cortó por lo sano con el quinto, el único toro negro de la corrida que también mostró muy buena aptitud de salida.
Inexplicablemente Castaño dejó que a este le castigaran en exceso en varas, por lo que el animal llegó algo apagado, pero sin perder su nobleza y su calidad, a un trasteo de muleta en el que, con la montera calada, al torero le volvió a faltar pulso y a sobrarle tirones y recortes.
Tampoco tuvo mala condición el tercero, un colorado de muy finas hechuras y bajo de agujas que se centró en banderillas y quiso tomar los engaños por abajo, donde no se los dejó Pablo Aguado, que, pese a su empeño, no llegó a dar con la tecla del acople, sin que el deslucido sexto, muy apagado, le permitiera luego remontar entre las protestas de los más exigentes.
Aunque sorteó el lote más deslucido, Juan Ortega al menos dejó algunos detalles aislados de su buen concepto artístico, como ese quite por verónicas al que abrió plaza y varios destellos de muleta -trincherazos o adornos, nunca en el toreo fundamental- con un segundo sin celo y un quinto sin fuerza ni raza ante los que, este sí, se vio obligado a abreviar, pero haciendo que, al menos, el vacío no se alargara más allá de las dos horas.
------------------
FICHA DEL FESTEJO:
Seis toros de El Pilar, dispares de volumen y cuajo, con alguno terciado o muy vareado, que en conjunto resultaron nobles y manejables dentro de un conjunto medido de raza y de fuerzas, sobre todo los más deslucidos 2, 5º y 6º. Los de más clase, posibilidades y duración entraron en el lote de Castaño.
Damián Castaño, de azul azafata y oro, que sustituía a Daniel Luque: estocada delantera atravesada y descabello (silencio); estocada delantera (silencio).
Juan Ortega, de rosa palo y oro: estocada delantera contraria (silencio); pinchazo y estocada caída (silencio).
Pablo Aguado, de nazareno y oro: pinchazo hondo y tres descabellos (silencio tras aviso); estocada honda delantera y desprendida (silencio).
Tercer festejo de la Feria de Otoño, con casi lleno en los tendidos (unos 20.000 espectadores), en tarde calurosa.



