1ª feria de santiago
Diego Bastos y Bruno Aloi a oreja por coleta en la novillada inaugural de Santander
Se ha jugado una desigual novillada de El Parralejo en la que El Mene, pese a no tocar pelo, puso las notas de mayor calidad.

Natural de Bruno Aloi al novillo de El Parralejo al que ha cortado una oreja.
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Juan Antonio Sandoval
El toreo de El Mene fue todo caricia y seducción. ‘Majadero’ fue a menos y nunca se soltaba de las telas. El torero maño lo condujo siempre despacio en un muleteo sedoso lastrado por el poco empuje del de El Parralejo. Jugó además con conceptos estéticos variados, desde el toreo fundamental de compás muy abierto hasta los naturales a pies juntos, sabrosísimos, del epílogo. Un pinchazo antes de una estocada contraria por atracarse de toro esfumó el premio.
Al sexto tardó algo más en cogerle el pulso. Se abría con aire mansito para siempre volver. Pero cuando se acopló con él al natural, detuvo el tiempo. Fueron cinco muletazos, no más, de muleta rastrera en dos series alternas, que marcaron la cumbre artística de la tarde. Plenos de acople y estética. Hasta que ‘Verderón’ cantó la gallina de su falta de fondo y se rajó. La estocada volvió a ser su cruz.
Diego Bastos se fue a porta gayola en sus dos oponentes. Se postró de rodillas frente a la puerta de toriles para arrancar la Feria de Santiago con emociones fuertes. Tuvo el valor y acierto suficientes para corregir la distracción de la res recién salida a la arena y ejecutar una limpia larga cambiada.
Este ‘Chalina’ era un novillo de triunfo. Por fijeza, prontitud, duración y profundidad, sobre todo por el pitón izquierdo. Por este lado hubo algunos naturales meritorios. Tras una gran estocada en el hoyo de las agujas, Bastos paseó una oreja.
Al cuarto le faltó poder. De ahí que Bastos tuviera que jugar con la mano a media altura y recurrir a un final, de nuevo, de rodillas. En el haber, un quite por chicuelinas al ralentí abrochado con una media que murió en la cadera. Y la ligazón de algunos pasajes por derechazos. En el debe, la espada, que se encasquilló.
Bruno Aloi se pasó los pitones y el cuello kilométrico de ‘Soplón’ por la faja con capote y muleta, en las gaoneras ajustadísimas y en el toreo fundamental con la franela. Con el valor por bandera edificó una faena presidida por la variedad que hubiera merecido reconocimiento en forma de trofeos de haber estado eficaz con el acero.
El quinto, de pocas carnes y cara muy suelta, dejó escasos resquicios para el lucimiento. El novillero azteca porfió hasta la obstinación. Se tiró a matar o morir y recibió el impacto de los pitones en el pecho a cambio de enterrar el estoque hasta la empuñadura. Una oreja fue el justo premio a una entrega total y sin reservas.