España lleva más de dos semanas enfrentándose al fuego en casi todas sus comunidades autónomas con unos incendios múltiples que han arrasado miles de hectáreas en zonas de Cataluña o Extremadura. Es habitual que los medios de comunicación, en muchas ocasiones, se refieran a los culpables como “pirómanos”, pero no siempre es el caso. No es lo mismo un incendiario, una persona que origina un incendia de manera intencionada o accidentada a una persona con una patología relacionada con el fuego.

Como explica Vicente Prieto, psicólogo clínico del centro Álava Reyes, pirómano “es un trastorno mental, está dentro de la clasificación de trastornos destructivos y de la falta de control de impulsos, es un diagnóstico clínico”. Por ello, es incorrecto generalizar como “pirómano” a todos los culpables de incendios. “Son personas que los provocan de manera deliberada e intencionada, pero que también siente una ansiedad, tensión o excitación antes de incendiar. Lo que tienen es una gran fascinación, curiosidad y se sienten atraídos por el fuego”.

Como explica el director técnico del centro, otra característica de la priromanía “es que ellos sienten verdadero placer, una gratificación importante en formato de alivio al provocar el incendio. Antes del incendio tenían una ansiedad y cuando lo provocan se reduce esa tensión y llega ese alivio tan característico”.

“Participan de la extinción del incendio”

Y es que para ellos es muy agradable el hecho de participar en la extinción y ver las consecuencias, por lo tanto es una patología. Hay personas que cometen este drama por temas de negocios, para que declaren una era urbanizable. Hay gente que por accidente incendia un rastrojo y no es un pirómano, o “gente que quema una casa por venganza”, como explica Prieto.

Eso sí, como explica, una vez el pirómano ha sido detenido y condenado, no le envían a un centro psiquiátrico: “Son personas que saben perfectamente lo que hacen, no es un momento de enajenación. Siempre que tengan esa conciencia mental lo lógico es que ingresen en prisión”, explica el psicólogo.

Y es que, para las personas obsesionadas con el fuego, esa atracción les lleva a ser incendiarios y a la vez apagafuegos. “Muchas veces ha sido el propio bombero. En muchos casos son personas cercanas al fuego, están muy pendientes e incluso a veces participan en la extinción, como la gente voluntaria que sale a ayudar, esos estímulos son gratificantes”.

¿Cómo se crea a un pirómano?

Sobre los diferentes factores que influyen en la creación del perfil de un pirómano, Prieto explica que “hay distintas variables que son facilitadores de que alguien lo desarrolle: una infancia con una educación en la que no se ha diferenciado entre el bien y el mal, una educación demasiado permisiva, que no han sido reprendidos por estar haciendo cosas con el fuego...”

“Una variable fundamental es que son personas que no han sabido manejar la frustración ni han desarrollado la empatía. Esto provoca muchos problemas: no tener en cuenta lo que puedan sufrir unas personas, que pueden morir extinguiéndolo, que se queme una casa o un desastre medioambiental”, concluye.

Eso sí, sobre el tratamiento subraya que es fundamental educarle en desarrollar la empatía, la tolerancia a la frustración, que tengan un estilo de vida más normalizados, que tenga objetivos claros, que ayude a personas con dificultad de movilidad... “Son tratamientos muy largos porque estamos hablando de falta de control ante los impulsos, al igual que la cleptomanía”.

“Son personas que tienen un control muy bajo de los impulsos, además que pasa poco tiempo entre que lo deciden y lo hacen”, termina.