Edificaciones nazis que continúan en pie: El Olympiastadion, el estadio de Hitler
El Estadio Olímpico de Berlín, conocido como el Olympiastadion, es una de las grandes construcciones nazis que sobrevivieron a la guerra
Redactor
Tiempo de lectura: 3'Actualizado 16:18
De encontrarse en España, el Estadio Olímpico de Berlín que construyeron los nazis para los Juegos de 1936, estaría ahora mismo en el centro de las dianas de la izquierda radical, con Podemos a la cabeza, exigiendo su inmediata demolición. Alegarían que es un símbolo de enaltecimiento del fascismo y de la opresión nazi.
EL OLYMPIASTADION, EL ESTADIO DE HITLER
Ciertamente, con este estadio diseñado por el arquitecto Werner von March, donde Adolf Hitler cuentan que reunió en septiembre de 1937 en uno de sus famosos discursos a un millón de sus enfervorizados seguidores, sólo de imaginarlo da miedo. El Tercer Reich buscó esa majestuosidad y pompa de las edificaciones del clasicismo griego y romano, en un intento por asociarse con la antigüedad clásica y su grandiosidad.
Los exteriores del estadio, así como el complejo que lo rodean, permanecen casi como en aquel año 36. Una impresionante explanada a su alrededor, la piedra oscura que recuerda al Coliseo romano, la campana con el águila imperial y las seis altísimas torres en homenaje a los pueblos germánicos origen de Alemanía: vándalos, suevos, visigodos, burgundios, francos y sajones.
LA MAYOR CONSTRUCCIÓN NAZI QUE CONTINÚA EN PIE
Esta edificación es la mayor construcción levantada por el régimen nazi que se mantiene intacta, algo realmente curioso pues cuando acabó la Segunda Guerra Mundial el estadio apenas había sufrido daños mientras que Berlín estaba casi destruida.
En esos primeros momentos tras la derrota de Tercer Reich en la II Guerra Mundial, sin duda muchos pensaron en su demolición. Sin embargo, los británicos fueron más inteligentes y utilizaron el estadio, por su amplitud, situación y características, como base principal para establecer allí el cuartel general de su ejército. Apenas modificaron nada. Sólo destruyeron el palco principal diseñado expresamente para que Hitler fuese visto por las 100.000 personas que podían acceder al recinto.
El debate sobre su posible demolición también estuvo sobre la mesa cuando Alemania fue designada por la FIFA como sede del Mundial de fútbol de 2006. Por un lado estaban los que querían derribarlo y construir uno nuevo, pues consideraban que el estadio era un recuerdo de la época más negra de Alemania. Por otro, los que los que consideraban, sea como fuere, el Olímpico de Berlín era parte de la historia del país y lo mejor era reformarlo para, además, no olvidar.
En aquel momento, incluso, se llegó incluso a plantear una maqueta de cómo sería la remodelación exterior del estadio, aunque finalmente no hubo acuerdo político y sólo se llevó a cabo la remodelación integral interior para adaptarlo a las necesidades de un evento de estas características, fruto de las cuales su capacidad se redujo a poco más de 74.000 espectadores.
Hoy en día, pensar siquiera en derribar este tipo de edificaciones, además no cambiar nada la historia pasada, sólo es sinónimo del más absoluto sectarismo interesado y supone gastar dinero público para nada, pues los hechos no los van a borrar con la desaparición de ninguna construcción. Otra cosa es, como se hizo en el país teutón, la eliminación de las esvásticas, símbolo del nazismo, que aparecían en ciertos monumentos y edificios.
En cambio, el manteniendo del Estadio Olímpico de Berlín que construyeron los nazis, además de poner a disposición de los berlineses una importante infraestructura deportiva y de ocio, contribuye a no olvidar. Esta es, sin duda, la mejor receta para no volver a caer en los errores del pasado.
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