Críticas de los estrenos de cine del 28 de febrero

Análisis de los estrenos de cine de esta semana: Jerónimo José Martín comenta “Philomena”, “El poder del dinero”, “París a toda costa”, “¿Qué nos queda?”, “Gun” y “Seducidos y abandonados”.

El poder del dinero

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

14 min lectura

Autor de algunas películas memorables —como “Héroe por accidente” o “The Queen (La Reina)”—, otras notables —como “Mi hermosa lavandería”, “Las amistades peligrosas”, “Café irlandés”, “La camioneta” o “Alta fidelidad”— y muchas discutibles, el inglés

llevaba varios años sin estrenar en España, donde todavía no se han exhibido “Lay the Favorite” y “El gran combate de Muhammad Ali”. Ahora se les adelanta “Philomena”, que opta a cuatro Oscar —mejor película, actriz

, banda sonora (

) y guion adaptado (

)—, después de haber ganado el Premio al mejor guion y el Premio SIGNIS en el Festival de Venecia 2013, así como el BAFTA al mejor guion adaptado. En ella, Frears recrea la historia real de la irlandesa

, según la relata el periodista inglés

en su libro “The Lost Child of Philomena Lee”, publicado en 2009.

De 1980 a 1997, Martin Sixsmith trabajó como corresponsal de la BBC en Moscú, Washington y Varsovia. En 1997, el Partido Laborista de

le fichó como director de comunicación, cargo que mantuvo —tras diversas entradas y salidas— hasta 2001, año en que se vio envuelto en el llamado “Escándalo

”, que acabó con su carrera política. Entre 2004 y 2007, publicó las novelas políticas “Spin” y “I Heard Lenin Laugh”, y el ensayo “The Litvinenko File”. Y en ese tiempo conoció a Philomena Lee.

En 1952, cuando tenía 18 años, la católica irlandesa Philomena Lee se quedó embarazada sin estar casada. Entonces, su avergonzado padre la ingresó en la Sean Ross Abbey, en Roscrea, una pequeña ciudad en el condado de Tipperary. Allí, las Hermanas de los Sagrados Corazones de Jesús y María (The Sisters of the Sacred Heart’s of Jesus and Mary) regentaban un internado para que jóvenes madres solteras pudieran tener a sus hijos en el anonimato. Al entrar, las chicas firmaban un contrato por el que quedaban bajo la tutela de las monjas, daban a sus hijos en adopción y se comprometían a no intentar contactar con ellos. A cambio de ayudarla en su gestación y parto —que tuvo lugar el 5 de julio de 1952—, Philomena trabajó sin sueldo durante varios años en la lavandería del internado, junto a otras chicas en su misma situación. Sólo una vez al día podía ver a su hijo

En 1955, cuando el niño contaba tres años, fue dado en adopción a una familia, cuya identidad nunca fue facilitada a Philomena por las monjas, a las que visitó varias veces entre 1956 y 1989. Repudiada por su padre, Philomena siguió trabajando en un hogar de la Iglesia en Liverpool, dedicado a la atención de jóvenes delincuentes. Más tarde, estudió enfermería, y en 1959 se casó y tuvo otros dos hijos. La mujer guardó su doloroso secreto durante más de 50 años, hasta que en 2004 —ya con 70 años— se lo desveló a su hija

, y ésta le puso en contacto con Martin Sixsmith para que él diera a conocer su penosa historia y le ayudara a localizar a Anthony.

Aunque tiene un planteamiento similar a ella, “Philomena” no cae del todo en la agresiva demagogia anticatólica de “Las hermanas de la Magdalena”, de

, muchas de cuyas acusaciones fueron severamente cuestionadas por el famoso “Informe McAleese”, que elaboró el Gobierno irlandés sobre la realidad de los reformatorios de su país a los largo del siglo XX. Sin embargo, como al filme de Mullan, a la película de Frears le faltan matices y contexto. Sobre todo, retrata el convento de Roscrea con tintes muy siniestros —la reacción final de la anciana

parece desmesurada—, con escasos contrapuntos luminosos —sólo un par de monjas muestran cierta humanidad—, con una mirada extremadamente comprensiva hacia las jóvenes acogidas —todas son angelicales— y casi sin referencias al irresponsable abandono que sufrieron por parte de sus padres y del Estado irlandés, cuyo Health Service Executive (HSE), por cierto, guarda ahora los archivos de la Sean Ross Abbey y otras instituciones similares de toda Irlanda. Además, como en “Las hermanas de la Magdalena”, en “Philomena” se subraya hasta lo grotesco la deficiente educación sexual entre los católicos y su supuesta obsesión por el pecado, la culpa, el castigo y el infierno, en un reduccionismo que debilita a menudo la veracidad de la historia. A esto se añade una acrítica exaltación de la ideología de género, con el consiguiente alegato contra la moral sexual católica. En este sentido, la reciente miniserie española “Niños robados” —que afronta un caso similar— es mucho más ponderada y rigurosa. Y, desde luego, sorprende que casi nada de todo esto aparezca en el divertido y conmovedor tráiler español de “Philomena”.

En buena medida, Frears suaviza esos trazos gruesos respecto al catolicismo mostrando con admiración no sólo el amor de la sencilla Philomena Lee hacia su hijo, sino también la piedad y la fe que ha mantenido a pesar de su traumática experiencia. Y, sobre todo, su heroica capacidad de perdón, que sustenta los mejores momentos de la película, y que se puso de manifiesto en el breve encuentro con el

que ella y el actor Steve Coogan tuvieron en la plaza San Pedro tras la audiencia general del pasado 5 de febrero de 2014. “Como se ve claramente en la película —comentó ese día en Roma Philomena Lee durante una rueda de prensa—, siempre tuve una profunda fe en la Iglesia y en su voluntad de reparar los errores cometidos en el pasado. Claro, al principio, cuando salí, estaba bastante desilusionada, herida, triste, enojada con todos. Me alejé un poco de la fe. Pero no habría podido vivir durante 62 años con el rencor”. Y concluyó: “Es un honor haber saludado al Papa Francisco. Espero y creo que se unirá a mi lucha para ayudar a los miles de madres y niños a poner la palabra ‘fin’ en su dolorosa historia”, en referencia a su organización Philomena Project, que ayuda a otras madres a encontrar a sus hijos y presiona al gobierno irlandés para que promulgue una ley que permita consultar los libros de niños adoptados.

De paso, este enfoque elogioso de la actitud amable y reconciliadora de Philomena pone en solfa por elevación el carácter cínico, descreído y amargado con que el filme presenta al culto periodista Martin Sixsmith, que se llena la boca cuando ironiza indignado: “¡Vivan la fe ciega y la ignorancia!”. El guion desarrolla con vigor este sugestivo duelo de temperamentos y estilos de vida en el encuentro entre ambos personajes y durante su posterior viaje iniciático tras las huellas de Anthony, que les lleva primero al convento de Roscrea y después a Estados Unidos, aunque este último periplo es imaginario, pues la verdadera Philomena nunca viajó allí. De modo que lo tienen bastante fácil Judi Dench y Steve Coogan para dotar de entidad a esta singular “buddy movie” a través de dos interpretaciones sensacionales, sin atisbo de los ciertos histrionismos de algunos actores secundarios.

Por lo demás, Stphen Frears se pone al servicio de la pareja protagonista y despliega una sólida puesta en escena, de creciente progresión melodramática, aunque rota hábilmente con constantes golpes de humor, a veces algo bruscos, pero muy oxigenantes. Además, resuelve con claridad narrativa los abundantes flash-backs, y aprovecha muy bien la contrastada fotografía de

y la evocadora música de

aunque quizás esta última resulta demasiado ligera en algún momento especialmente dramático. Queda así una película notable, pero incómoda y extremada, que sólo puede valorar en sus justos términos quien conozca a fondo los matices de la terrible historia real que cuenta. Una historia que nunca más debe repetirse, con matices o sin matices.

Adam Cassidy (

) es un magnífico programador informático de 26 años, que detesta su precario trabajo en la potente compañía tecnológica Wyatt Corporation. Pero aguanta el tipo para pagar los abundantes gastos sanitarios de su enfermo padre Frank (

, un guardia de seguridad jubilado con el que malvive en su pobre casa de Brooklyn. Tras cometer un delito federal durante una noche loca, su maquiavélico jefe Nicholas Wyatt (

) le propone no demandarle a cambio de que se infiltre y espíe para él en Eikon, la compañía de su principal competidor, Jock Goddard (

), antiguo mentor de Wyatt. Adam acepta a regañadientes, y logra ascender en su nueva empresa gracias a sus propias cualidades y a su romance con Emma (

), la Directora de Marketing. Degusta así durante un tiempo la buena vida de los ejecutivos ricos. Pero, enseguida, su conciencia comienza a recriminarle su actitud —que genera a su alrededor diversos daños colaterales— y a hacerle ver que se ha metido en una peligrosa telaraña de la que quizás no pueda salir solo.

Esta adaptación de la novela de

afronta muchos temas interesantes y de palpitante actualidad, como la limitación de la cobertura sanitaria en Estados Unidos, las conflictos familiares y la precariedad laboral generadas por la crisis económica, o la codicia y corrupción de tantos directivos de grandes corporaciones, presentadas como causas principales de esa crisis. En manos de otro director y otros guionistas, esos hilos narrativos podrían haber dado lugar a un buen thriller empresarial. Pero, desgraciadamente, el guion de

es episódico, deslavazado, epidérmico y a menudo inverosímil. Y la plana puesta en escena del australiano

(“Una rubia muy legal”, “El chico de tu vida”, “La madre del novio”, “21: Blackjack”, “La cruda realidad”, “Killers”) nunca pasa de funcional, y a menudo recurre a cansinos efectismos visuales. Cumple el notable reparto, pero sus esfuerzos no logran dotar de veracidad y hondura dramática a sus arquetípicos personajes. Y, a todo esto, la paranoia del título original no aparece por ningún sitio.

De origen marroquí, Maya (

es una frívola it-girl de la moda —al estilo “Sexo en Nueva York”—, que vive en París desde hace veinte años. En pleno ascenso, está a punto de conseguir su primer contrato fijo como estilista en la casa de alta costura para la que trabaja. Pero, durante un control policial rutinario, descubren que su permiso de estancia ha caducado. En menos de 24 horas, la deportan a Marruecos, donde se reencuentra con la familia que quería olvidar. El inevitable choque de culturas acrecienta aún más su obsesión por volver a París como sea y antes del desfile que decide su futuro.

Con esta comedia disparatada debuta como directora y guionista la francesa Reem Kherici, con ascendientes tunecinos e italianos, ya famosa como cómica televisiva y que había aparecido brevemente en largometrajes como “Bienvenido a bordo” o “Colombiana”. La publicidad de la película subraya que la directora “pretende darnos una visión cómica de joven proveniente de la inmigración que considera que su país es aquel en el que uno crece, por encima de la nacionalidad de la que provienen tus padres. Su intención con “París a toda costa” es divertir y transmitir un mensaje favorable a la integración”. En efecto, la película divierte a ratos gracias a la fresca interpretación de la propia Kherici y a varios de los aprietos que sufre su personaje, especialmente a manos de su bromista hermano Tarek (

. Y, entre gag y gag, deja alguna idea positiva sobre el valor de la familia y la integración—por la línea de aprovechar lo mejor de cada cultura sin perder las propias raíces —, así como alguna crítica mordaz sobre la patética frivolidad de ciertos especímenes del mundillo de la moda.

Sin embargo, esos logros parciales se devalúan gravemente por un exceso de tópicos, algunas interpretaciones muy histriónicas y, sobre todo, por un recurso agotador a los chistes groseros y escatológicos, algunos desagradables también formalmente. En este sentido, la subtrama de su mejor amiga enfermera Alexendra (

) y su novio pánfilo e impotente Firmin (

) provoca vergüenza ajena en varias secuencias.

Poco después de separarse de su esposa Tine (

), el treintañero Marko (

publica su primer libro. Reside en Berlín desde la Universidad, alejado del estilo de vida burgués de sus padres Gitte (

) y Gunter (

), a los que sólo visita una o dos veces al año, sobre todo para que puedan pasar unos días con su nieto Zowie

. Sus esperanzas de disfrutar de un tranquilo fin de semana navideño con su familia se desvanecen cuando su madre —que es maniaco-depresiva desde que Marko era un niño— les comunica que lleva tres meses sin tomar su medicación. La noticia desencadena reacciones contrapuestas en los miembros de la familia de Marko, especialmente en su hermano Jakob (

), que se distancia de pronto de su novia Ella (

).

Este dramón familiar del bávaro

(“23”, “Réquiem (El exorcismo de Micaela)”, “Storm”) se deja ver gracias a los peliagudos conflictos morales que plantea y a las correctas interpretaciones del sólido reparto. Pero casi nunca consigue conmover al espectador por la falta de mordiente y el exceso de teatralidad del guion de

, que además culmina de una manera demasiado abierta y ambigua, elogiosa por un lado de la unidad familiar, pero complaciente por otro con la infidelidad conyugal en ciertas circunstancias. Eso sí, nunca desdramatiza el desafío ético del sufrimiento ni las nocivas consecuencia de la separación conyugal en los hijos.

Rich (

) es un matón afroamericano de Detroit, que elimina a su principal competidor y se hace con el control de la venta ilegal de sofisticadas armas de gran calibre. Mientras Rich prepara el salto cualitativo de su “negocio” con su misteriosa amante Gabriella (

), siguen de cerca sus pasos los curtidos detectives Rogers (

) y Jenkins (

), quemados por la creciente presión del alcalde de la ciudad, que quiere acabar como sea con la ola de matanzas. En ese momento, Rich acoge en su banda a Angel (

), un tipo lacónico y solitario, que le salvó la vida hace tiempo y que acaba de salir de prisión tras cumplir diez años de condena.

Tres semanas después del estreno en España de la mediocre “Setup”, se estrena “Gun”, otra película protagonizada y producida por el rapero Curtis “50 Cent” Jackson, que esta vez también firma el guion en solitario. Realizada en 2010, se trata de una convencional ensalada de sangrientos tiroteos, modestas persecuciones, previsibles intrigas melodramáticas y antirracistas reflexiones sociales, aderezada con un par de zafias escenas sexuales y algún que otro golpe de humor no demasiado brillante. Todo ello, mil veces visto y oído, pero al menos bien rodado y montado por el dominicano

(“Soul Plane”, “Freelancers”), que además saca algún que otro destello de humanidad a las más bien inexpresivas interpretaciones de casi todos los actores. Entre ellos sobresalen un poco los veteranos James Remar y Paul Calderon, y un obeso Val Kilmer, que llevaba varios años desaparecido en combate.

En este trepidante y abigarrado documental, el director, guionista y actor

(“Melodía para un asesinato”, “Amor y dinero”, “Harvard Man”, “Tyson”), y el actor

muestran la cara oculta de la industria del cine. Para ello, participaron en el Festival de Cannes 2012, donde simularon que buscaban financiación para un falso proyecto de película de espías y sexo, supuestamente titulado “El último tango en Tikrit”. De este modo, se entrevistaron con famosas estrellas —

—, célebres directores —

—, poderosos productores —

—, diversos multimillonarios —

—, prestigiosos críticos —

—, y la guionista

, que desvelaron los entresijos del mundillo del celuloide al hilo de sus propias anécdotas y experiencias.

Toback no da respiro al espectador. Desde el primer minuto, su película es una vorágine de jugosas reflexiones, ilustradas con fragmentos de grandes películas, filmaciones de archivo, fotografías, citas, datos y bellas panorámicas de Cannes. Todo ello, con creciente sustancialidad y dos objetivos precisos: celebrar el cine como arte y mostrar su lado oscuro como una industria obsesionada por ganar dinero como sea, aun a costa de rebajar la calidad de sus productos. En lo referente al primer objetivo, son impagables las íntimas declaraciones de todos los directores —sobre todo, de Martin Scorsese, que reivindica magistralmente el valor supremo de la toma— y de los actores James Caan y Ryan Gosling, este último, sensacional en todas sus intervenciones. Respecto al tenebroso ámbito empresarial, tienen mucho interés las reflexiones de los críticos y, sobre todo, de los poderosos productores entrevistados, que bajan al espectador a la tierra con sus alucinantes sugerencias sobre cómo conseguir dinero para financiar una película. Especialmente fuerte es la intervención del poderosísimo productor israelí Avi Lerner, que reconoce que él nunca se lee los guiones de las películas que produce. Aunque lo más heavy de todo es aquella idea de

, que se recuerda en la película: “De todas las artes, el cine es la más importante para nosotros”.

Como la supuesta película que quieren rodar Toback y Baldwin se basa en “El último tango en París”, de Bernardo Bertolucci, se incluyen algunas secuencias sexuales de este filme, y se incide con cierta crudeza verbal en los morbosos contenidos eróticos del ficticio proyecto. Pero estos pasajes zafios no dominan el conjunto, que acaba convirtiéndose en una lúcida y apasionada radiografía del cine como séptimo arte —un arte que logra inmortalizar a sus artífices más allá de la muerte— y como una industria muy compleja, que debería rectificar la deriva hacia la superficialidad que está tomando en los últimos años. Y, por cierto, la espléndida banda sonora ofrece una generosa e inteligente selección de las mejores obras del maestro ruso

.

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