Después de repetir hasta la saciedad palabras como "cogobernanza" y de pasar meses diciendo que “de esta salimos juntos”, Pedro Sánchez vuelve a las andadas al negarse a revisar la propuesta, a todas luces desorbitada, de los seis meses de estado de alarma. Los juristas ya han puesto el grito en el cielo y desde el PP le han tendido la mano con un plan para ocho semanas, que parece bastante más sensato, a la espera de ir viendo cómo evoluciona la epidemia.

Sánchez desaprovecha así una oportunidad de entablar un diálogo de verdad y demostrar por la vía de los hechos que, detrás de la propuesta de los seis meses no hay ningún afán de burlar el control del Parlamento.

Hasta los propios aliados de investidura están presionando al Gobierno para que modifique una propuesta que consideran peligrosa, poco democrática y excesiva, al restringir derechos fundamentales durante un tiempo largo en el que se eliminaría el control parlamentario.

De momento, Sánchez ha preferido dejar a Salvador Illa solo en el debate del Congreso, ante el peligro de que al final la iniciativa no salga adelante. El Presidente desaprovecha una oportunidad de oro para mostrar otra forma de hacer política y hacer realidad sus llamamientos a la unidad, que una vez más resultan huecos. Empecinarse en repetir los errores de su pésima gestión de la pandemia es la peor forma de afrontar estos meses difíciles que, según dice él mismo, nos esperan.