Hace treinta y un años, tal día como hoy, el Gobierno de la República Popular de China envió a sus carros de combate a la Plaza de Tiananmen. Para hacer frente a las protestas iniciadas en abril de 1989 contra la corrupción, la represión y la situación económica, el Gobierno había decretado a finales de mayo la Ley Marcial. El Partido Comunista Chino no estaba dispuesto a escuchar las reivindicaciones de estudiantes, intelectuales y ciudadanos comunes que reivindicaban libertad, apertura y unas mejores condiciones de vida. La solución fue aplastar las protestas con un golpe de fuerza. Las cifras de muertos, heridos y detenidos siguen siendo un enigma sobre el que se ha extendido un manto del silencio. La férrea censura china impide que ni siquiera los ciudadanos con mejor formación profesional y académica, con un acceso diario a la información digital, sepan qué pasó en su país el día 4 de junio de 1989.

Hoy, en China, nadie rinde homenaje a los héroes de Tiananmen, nadie conoce sus nombres ni el destino que tuvieron sus vidas. Este año, por primera vez, tampoco en Hong Kong podrá rendirse homenaje a las víctimas de la represión. Las madres de Tiananmen, una asociación de mujeres que no olvida el sacrificio de sus hijos por defender la libertad, han escrito al Gobierno chino para exigirle que rinda cuentas de aquella masacre al pueblo. El régimen de Pekín guardará silencio, pero el supuesto desarrollo económico nunca podrá esconder el despotismo de un sistema que sigue sometiendo la libertad a sus designios.