Nicaragua sigue sumida en una crisis muy preocupante. El Gobierno de Daniel Ortega, lejos de aprovechar la posibilidad de una salida dialogada, sigue empecinado en perseverar en algunos de sus errores más repetidos. En esta situación la Iglesia católica se ha convertido en una de sus dianas favoritas.

Este fin de semana la situación se ha recrudecido en las catedrales de Managua y de León, donde se celebraban eucaristías por la liberación de presos políticos y para rezar por las familias de los que todavía siguen en la cárcel. Grupos parapoliciales vinculados al régimen de Ortega lanzaron bombas lacrimógenas y balas de goma en Managua. Y previamente en León, habían atacado con piedras y botellas a los fieles que participaban en una misa homenaje a Sandor Dolmus, un monaguillo asesinado hace un año en la misma ciudad. El propio obispo de Léon, Monseñor Bosco Vivas, tuvo que intervenir para garantizar la seguridad de los fieles acosados.

Nicaragua ya lleva sufrido mucho durante el último casi medio siglo. La dictadura de Somoza, la insurrección sandinista y la guerra civil les han puesto al borde del abismo en muchas ocasiones. Los nicaragüenses no quieren más violencia pero lamentablemente el Gobierno de Ortega no quiere facilitar una salida pacífica al conflicto. El cardenal Brenes, arzobispo de Managua, se ha referido con tristeza a estos ataques que muestran bien a las claras hasta qué punto se está desaprovechando la oportunidad del diálogo para reconstruir la convivencia en el país.