El texto de reforma constitucional que debe someterse a refrendo popular en Chile el próximo día 4 de septiembre ha dividido fuertemente a la sociedad. La polarización y la fragmentación se han adueñado del proceso constituyente provocando tensiones muy enconadas.

Los trabajos de la Comisión constituyente se iniciaron bajo la Presidencia de Sebastián Piñera. El actual presidente, Gabriel Boric, recibió el pasado lunes el texto que deberá someterse a plebiscito obligatorio. Chile se constituye en una democracia paritaria, plurinacional e intercultural, así como en un Estado social y democrático de derecho en el que se reconoce el derecho al aborto, el deber de prestación por parte del Estado de servicios públicos en materia de educación, salud, vivienda, trabajo y pensiones, y el derecho al agua como bien que no puede ser objeto de apropiación. Chile seguirá siendo una República presidencial en la que se permite la reelección consecutiva por una vez y en la que el Senado será sustituido por una Cámara de las Regiones.

El texto es visto, y no solo por los votantes de derecha, como una propuesta nacida de la sobrerrepresentación de la izquierda más radical en la Convención constitucional. La ley del péndulo no parece el mejor modo de enfocar el futuro. En todo caso, serán los chilenos quienes, tras la larga y tensa campaña que se avecina, la aprueben o rechacen. El peligro, como ya se atisba, es que los márgenes de la convivencia acaben desbordándose, y el Gobierno de Boric y el proceso constituyente acaben a la deriva.