Legislatura de pesadilla en Cataluña

ERC y la CUP han llegado a un acuerdo de investidura, que abre el camino a que Pere Aragonés sea el próximo Presidente de la Generalitat, aunque aún debe conseguir el escurridizo apoyo de Junts, a la espera de lo que decida Puigdemont. La CUP, que ya en otro momento fue el bastón en el que se apoyó el Gobierno de Artur Mas, vuelve a ser decisiva. El acuerdo suscrito consta de 11 puntos relacionados con la llamada “cuestión nacional” y la “agenda social”, a los que se suman acuerdos puntuales entre los que está una moción de confianza a mitad de legislatura. La CUP aspira a ser la oposición del Gobierno como si de una agencia de evaluación o calidad se tratara. Es lo propio de una fuerza asamblearia que no quiere asumir las responsabilidades derivadas de la gestión gubernamental.

En realidad, en la agenda de la CUP no ocupa un lugar prioritario la gestión de las políticas públicas que afectan a las necesidades reales y concretas de la ciudadanía. Sus temas son la independencia de Cataluña, el control de las Fuerzas de seguridad y poco más. Para ellos no es prioritario dotar de estabilidad al Ejecutivo, sino generar el caldo de cultivo que lleve a la implosión del sistema.

Para ERC todo vale con tal de garantizar la agenda independentista y marcar distancias con Puigdemont y sus socios de Gobierno. Aunque, se quiera, o no, Junts per Catalunya tiene todavía mucho que decir en una legislatura que tienen visos de convertirse en toda una pesadilla. Por cierto, ¿dónde quedó el efecto Illa?