Un inmenso servicio transformado hoy en oración

Hace 93 años, tal día como hoy, nacía Joseph Ratzinger. Desde hace siete años su vida transcurre tras los muros del monasterio Mater Ecclesiae, dentro del Vaticano, y pocas son las oportunidades en las que Benedicto XVI aparece en público. Este año las medidas de confinamiento no permitirán, con toda seguridad, que el Papa Francisco celebre con él su cumpleaños.

La pandemia ha alterado el ritmo de la vida cotidiana y trastocado todos los planes. Pese a eso, habrá celebración sencilla y cordial, al estilo de un hombre discreto que, aunque físicamente debilitado, mantiene su claridad de pensamiento y su buen humor.

Uno de sus más estrechos colaboradores, el P. Federico Lombardi, le ha definido como un hombre que no nunca se ha movido por intereses personales de cálculo, de poder o de carrera. La imagen que le parece más adecuada a quien fue su portavoz durante años, es la de una síntesis extraordinaria de pensamiento y espiritualidad. En sus homilías impresiona siempre cómo presenta el misterio cristiano como algo fascinante y como la respuesta a las preguntas más profundas del hombre, y además se nota que él mismo está totalmente implicado en esa respuesta.

Toda su enseñanza nace de una vida vivida con una luz interior de gran pureza espiritual y con una cultura profundísima. Damos gracias a Dios por el regalo de su servicio a la Iglesia, que continúa hoy mediante la oración intensa por todos nosotros, y especialmente por su sucesor, el Papa Francisco.