El ministro Ábalos, lejos de haber aclarado su reunión con Delcy Rodríguez, la vicepresidenta de Maduro, sigue sin dar explicaciones adecuadas. Hay muchas preguntas por responder, y sobre todo es necesario aclarar por qué una persona que, según las sanciones europeas, no podía entrar en la UE, estuvo en España.

Pero el caso Ábalos es solo uno parte del desatino de la política exterior del Gobierno Sánchez-Iglesias. Tan relevante o más que la reunión protagonizada por Ábalos y Rodríguez es el modo en el que este fin de semana ha sido recibido Guaidó. El que fuera reconocido como presidente encargado por el Gobierno de Sánchez ha sido atendido por la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha Gónzalez, fuera del ministerio. El trato que le han dado a Guaidó Francia y Alemania ha sido muy diferente: Macron y Merkel quisieron dar su apoyo al hombre que en este momento encarna la lucha por la democracia.

La presión internacional de la UE para que se celebren en Venezuela unas elecciones realmente libres es esencial. Pero, como es lógico, la UE está a expensas del liderazgo que por razones históricas y culturales le corresponde a nuestro país. La falta de iniciativas creativas y contundentes para recuperar la democracia en Venezuela incrementa la sospecha de que la entrada de Podemos en el Gobierno ha exigido aligerar la presión sobre Maduro. Es necesario que el gobierno depure responsabilidades en torno a la actuación del ministro Ábalos y que aclare su posición su ambigüedad sobre Venezuela.