El Gobierno ha contradicho al PSOE, que había expresado su complacencia con la controvertida declaración de Arnaldo Otegui en el décimo aniversario de la derrota de ETA. Decir una cosa desde el partido y otra desde el Gobierno es parte del doble juego de Sánchez, que busca reafirmar su liderazgo ante la opinión pública y, al mismo tiempo, contentar a Bildu, cuyo apoyo parlamentario necesita. Pero en esta ocasión, ese doble juego ha ido más allá de una simple treta para salir del paso de un aniversario comprometido, al impedir que el Congreso aprobase una declaración institucional de condena del terrorismo de ETA. Que los socialistas acusen al PP de “politización”, por exigir dicha condena, da la medida de su dependencia actual de Bildu.

La sensación de euforia exhibida por el PSOE tras su congreso de Valencia, y el llamado giro socialdemócrata, se han difuminado ante la insoportable contradicción de ser un partido de gobierno y plegarse a las exigencias de los herederos de ETA, que proclaman su voluntad de acabar con la Constitución y con la unidad de España. Esta misma mañana, el presidente Sánchez ha tenido que responder a Otegui que no prevé ofrecer la salida de los presos de ETA a cambio de su apoyo a los presupuestos. Lo cierto es que Bildu está envalentonada porque percibe la tremenda debilidad del gobierno que debe defender nuestras instituciones democráticas.