Dentro de los encuentros organizados por la Fundación Pablo VI sobre el mundo después de la pandemia del Covid-19, ayer participaron el Presidente de la Conferencia Episcopal, cardenal Juan José Omella, y el vicepresidente del Banco Central Europeo, Luis de Guindos. El mensaje en el que coincidieron para que España pueda salir de la crisis fue muy claro: solidaridad, unidad y pactos para el bien común. Mientras en el Congreso se encendía una vez más el desencuentro entre Gobierno y oposición, tanto el cardenal Omella como el antiguo ministro de Economía, De Guindos, se mostraban de acuerdo en que es necesario dejar a un lado la crispación y anteponer el interés general al oportunismo político, que terminará siendo penalizado por la sociedad.

Resulta lastimoso que apenas había surgido un rayo de entendimiento cara al debate sobre los presupuestos del año próximo, se haya disipado en menos de 24 horas con una vuelta a la bronca que no puede conducir a nada positivo. El Presidente Sánchez se comporta como si creyese a pies juntillas lo que le dice el CIS: que los votantes están premiando su desprecio al diálogo con el Partido Popular, al que considera un enemigo más que un adversario que le podría aportar algo positivo.

Para el cardenal Omella es urgente encontrar un proyecto común, y para eso es obligado sentarse y dialogar. “Debemos escucharnos porque todos tenemos algo importante que decirnos”, insistió el presidente de la Conferencia Episcopal. Lo lamentable es que Sánchez escucha sin problemas a los que pretenden demoler nuestro marco de convivencia, pero no quiere cruzar ni un saludo con el principal partido de la oposición constitucionalista.